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A erradicarlo
Y el sarampión avanza
En las últimas semanas, un tema que ha estado en muchas conversaciones es la reforma fiscal: los cambios aprobados por el Congreso a las reglas sobre cómo se pagan impuestos y cómo se vigila que se paguen.
Antes de entrar en detalle sobre qué es lo que se aprobó, me pareció interesante reflexionar sobre el origen de por qué se pagan impuestos y cuáles son los problemas del modelo fiscal mexicano que han llevado a que se necesiten reformas.
Los impuestos han existido a lo largo de toda la historia de las civilizaciones humanas. Los faraones egipcios, los emperadores romanos y persas, las antiguas dinastías chinas, las monarquías medievales europeas… todos cobraron impuestos a aquellos a quienes gobernaban.
Antes de que existiera el concepto de nación, las personas unidas por alguna identidad dentro de un territorio necesitaron estructuras de gobierno que administraran e hicieran crecer el bien común, impartieran justicia y los protegieran de sus enemigos. Y para ello, estas estructuras de gobierno necesitaron financiarse para funcionar. ¿Quién paga el puente para cruzar un río o al soldado que va a defender la ciudad? Se paga entre todos… cada uno con un porcentaje de sus ingresos, y el gobierno lo administra.
Con el tiempo, los gobiernos se fueron sofisticando hasta las estructuras burocráticas modernas que requieren una buena recaudación de impuestos para poder funcionar.
En el caso de países con acceso a recursos valiosos como lo fue México con el petróleo por muchas décadas, el gobierno podía depender de los beneficios de la venta del recurso para financiarse sin presionar la recaudación. El petróleo llegó a financiar más de la tercera parte del gasto público, incluso a costa de la rentabilidad a largo plazo de la empresa petrolera del Estado.
Conforme se ha ido agotando la bonanza petrolera, nuestro país se ha visto en la necesidad de ponerle más atención a la recaudación de impuestos que es muy baja. El promedio de la recaudación en países de la OCDE es de la tercera parte del PIB y el promedio en Latinoamérica es de 22 por ciento. La recaudación de México apenas supera 16 por ciento del PIB.
Para recaudar más impuestos hay muchas acciones que se pueden tomar. Las comento aquí de manera muy simplificada porque no soy un experto (y lo complejo de nuestro sistema tributario hace que se necesite casi un doctorado para entenderlo bien).
De entrada, hay dos caminos: consigo que más gente que ahora no está pagando sus impuestos los pague o exprimo un poco más a los que ya están pagando.
El primero implicaría emprender medidas para reducir la informalidad, es decir, aquellas personas que trabajan y generan valor al margen de la economía, y por lo tanto no pagan impuestos. Más de la mitad de los mexicanos trabajan en la informalidad. ¿Cómo convencerlos de que adopten una figura formal y paguen impuestos? Hay que hacérselos más fácil.
El segundo implica subir el porcentaje del impuesto, que no es muy popular y tiene repercusiones profundas e inmediatas en la economía. Pero también puede hacerse endureciendo las penas por saltarse las reglas de hacienda… que es lo que está haciendo la nueva reforma. En resumen, si sospecho que no estás pagando lo que tienes que pagar, te cae un castigo fuerte, quizás hasta cárcel.
Mi opinión como emprendedor es que esto es un error. Si como están hoy las reglas tributarias es extremadamente difícil que una pequeña empresa pueda mantener un flujo de efectivo estable asegurándose de cumplir todo lo que el SAT exige mes a mes… con el miedo a cometer errores hay muchos que van a dejar de emprender porque el riesgo no lo vale.
Si se quiere recaudar más impuestos debería hacerse más fácil, no más complicado. Y no sobra que se transparente todavía más cuál es el destino de esos impuestos… quizás muchos darían cada peso con más gusto si vieran más claro en qué les beneficia: en su seguridad, sus calles, en la educación de sus hijos y el sistema de salud.
@ortegarance
JJ/I