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El pueblo trémulo 

Días de informes. Días de orgullo y de confrontación. La humildad no aplica. Tampoco el respeto a la disensión ni mucho menos la búsqueda de la comprensión. 

Lo que cuenta es mi verdad. Ni siquiera yo veo lo que digo que veo, pero si lo digo puede ser que me convenza a mí mismo. Pero, sobre todo, a los demás. A aquellos que conforman el pueblo trémulo. Yo sé que si les repito y les repito mi verdad habrá algunos que lleguen a creerla. Ese Goebbels era un genio. Hay que aprender de quien sea útil, hay que ser prácticos. 

Ante los ataques de la prensa que sólo retrata lo horrible de lo real, hay que construirle a la gente un mundo de fantasía donde pueda soportar la vida que tiene. Hay que buscar lo que la gente quiere oír y usarlo para meterle mi verdad. Eso es la política. Eso es la política de seguridad cuando no se puede sino nadar de muertito, porque todas las instituciones están rebasadas. Pero, claro, eso no se puede decir, eso sólo lo sabemos quienes tenemos el poder político. 

Lo más que puede uno hacer en materia de seguridad es comprar más y más equipo, más vehículos, contratar tantos policías cuantos se animen a meterse a una carrera llena de riesgos físicos y morales. La inseguridad es una de las principales preocupaciones de este pueblo atolondrado. Pero no se le debe decir inseguridad. Mejor es hablar de seguridad, de cómo se invierte en un montón de ideas que parecen medio jipis pero que todos dicen que son soluciones a largo plazo. Mientras podemos decir que estamos previniendo. Veremos los frutos muchos años después o quizás ni siquiera los veremos nosotros, sino nuestros hijos. 

Mucha gente ni siquiera entiende lo que pasa, así que podemos darle explicaciones vagas que disuelvan los límites de lo posible para que, en vez de creer que sólo las instituciones tienen la culpa de todo, no, todo tiene causas multifactoriales en las que se puede intervenir de una manera compleja. Hay que cambiarles un poquito la manera de ver las cosas para que en vez de decir que uno no está haciendo nada, digan que es mucho lo que hay que hacer y que por mucho que uno haga quizás nunca será suficiente. Hasta puedo decir que ni siquiera yo estoy conforme para que vean que estamos de su lado, que no nos estamos rajando. 

Tenemos que transformar esto, pero sólo se puede si todos jalamos parejo, si todos dicen lo que yo quiero que diga. Porque si alguien dice otra cosa, la transformación no va a ser como yo quiero, y entonces de nada sirve. 

Hay que decir que hacemos todo lo que se puede, pero que falta dinero. El dinero siempre falta y ellos lo saben, porque a ellos también les falta dinero, pero se tiene que decir para enfatizar que el problema viene de más arriba. Nos están ahorcando. Y aun así hemos tenido logros. Hay que usar todas las herramientas posibles para mostrar los logros y que todos los repitan al unísono, eso sí que será útil para la transformación que queremos. Hay que decir que queremos para incluir a la gente, que sienta que es parte de algo grande. El que quiere soy yo, pero necesito que ellos quieran también, porque eso me da más poder. Necesito poder. 

Falta mucho por hacer y todos lo saben. Hay que decirlo, porque eso contribuye también a una percepción de simpatía. Lo que falta es callar a todos los opositores y que sólo hablen los simpatizantes. Eso nos nutre. El eco se escucha hermoso en la tinta, en los píxeles, en las imágenes. Eco para que el pueblo trémulo escuche por todos lados lo mismo, tapémosle con cera los oídos para que no los seduzcan ideas de revocación, para que nos den su voto de confianza y seamos por siempre recordados y venerados. 

@levario_j 

jl/i