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Lo diabólico tiene rostros: extorsión por desaparecidos

En Jalisco, y en el resto del país, operan bandas criminales que extorsionan a familias con personas desaparecidas. Es un fenómeno delictivo poco difundido. Dichos grupos no necesariamente perpetran las desapariciones, pero sí aprovechan el sufrimiento de quienes ignoran el paradero de un familiar para despojarlos de su dinero. A las víctimas, a las familias, las revictimizan, las sumen más en el precipicio del dolor, de manera cruel. Comparto un caso ocurrido en el Área Metropolitana de Guadalajara: 

Un joven salió de su trabajo hace cierto tiempo. Al percatarse de que no regresaba a su hogar, la familia empezó a indagar. En la desesperación de actuar rápidamente para localizarlo, presentaron una denuncia ante la Fiscalía del Estado y subieron a redes sociales su fotografía, filiación y un número de celular por si algún alma piadosa tenía información de dónde hallarlo. Uno de quienes se comunicaron fue un varón agresivo que aseguró tenían secuestrada a la víctima, y como supuesta prueba envió una imagen en que aparece una persona similar al desaparecido, pero golpeado, ensangrentado, amarrado a una silla. A cambio de liberarlo exigió no avisar a la policía y que horas después la familia entregara cierta cantidad de dinero como rescate, o de lo contrario lo asesinarían. 

La familia, consternada, reunió una cantidad menor a la exigida para poder liberar al joven. El desconocido habló de nuevo vía telefónica para ordenar dónde habría que entregar el dinero, pero antes advirtió que bajaran de las redes sociales la imagen del desaparecido. La familia así lo hizo. Un familiar tomó el dinero y viajó al lugar en que le demandaron aparecerse con el dinero, pero a su celular le llamaron para decirle que fuera a otro lugar, luego a uno más y de un lado a otro lo movieron. Finalmente, el desconocido demandó ir a un cajero y depositar la cantidad en varias cuentas bancarias. 

Después de eso, los supuestos secuestradores no volvieron a llamar telefónicamente. Fue un engaño. El joven no apareció. La familia se sumió en el dolor total. No saben si está vivo o no. Su madre se enfermó. Sus hermanos dedujeron después que la fotografía que les enviaron había sido alterada. No era el desaparecido. 

En medio del llanto y el coraje, la familia concluyó que el grupo que actuó para extorsionarla se dedica a usar el dolor de los familiares. Como no es el único que delinque de esa manera, la hipótesis es que tiene competencia con otros que hacen lo mismo, y para que no se le adelantaran, ordenó retirar de las redes sociales la fotografía y la información del desaparecido. La maldad en toda su expresión. Lo diabólico tiene rostros. 

La Fiscalía del Estado tardó tres días en asignarle agentes para investigar el paradero del joven. Hasta ahí me enteré. El caso seguramente se perdió entre los miles que deben atender los agentes. Uno más de quienes no aparecen. Hay denuncias que tienen años y las investigaciones no avanzan. Las familias deben luchar contra los delincuentes que se aprovechan de su dolor, de la impunidad de quienes desaparecen familias enteras y la lentitud u olvido de las denuncias, en una fiscalía infiltrada por grupos delictivos y a la que le falta personal. El dolor consume en Jalisco a miles de madres y padres, esposas o esposos, hijos o hijas, que sobreviven con la esperanza de que algún día llegue a la puerta de la casa, sano o sana, por quien han llorado y rezado. 

Lo anterior sucede en un contexto nacional que empeora. Más de 73 mil desaparecidos en el país. Jalisco está en segundo lugar nacional con más de 10 mil personas. Qué horror. Qué impunidad. Qué ineficiencia para dar con los desaparecidos y dar con los responsables. 

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jl/I