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El tren de la sandez

“Cuando un estúpido hace algo de lo que se avergüenza, siempre declara que es su deber”. 

Tales palabras, redactadas por el soberbio dramaturgo irlandés George Bernard Shaw, en su obra César y Cleopatra, vienen a cuento porque parece un karma que repite incesantemente el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez. 

“Es su deber”, lo ha declarado, “arreglar” el problema de la Villa Panamericana, de la Presa El Zapotillo y, por supuesto, de terminar la inefable Línea 3 (L3) del Tren Ligero de Guadalajara. 

Pero lejos de terminar por resolver estos y otros conflictos (que heredó como gobernador) parece que los mismos nunca terminan por conjurarse. 

Estamos a tres días de que el presidente de México venga a inaugurar una obra que ha sido cuestionada por todos los francos. Es, sin duda, un monumento más de la corrupción e ineficiencia de los gobiernos del PRI. 

Esta obra transexenal ha tenido una inversión de 31 mil 200 millones de pesos (mdp) federales, más el dinero que ha tenido que invertir el gobierno estatal (697 mdp) y los municipales para adaptar el entorno de las estaciones, así como la operación de la misma. 

Los datos de esta enorme cicatriz (en tiempo y forma) en la ciudad son abrumadores: se perforaron más de 35 mil metros para alojar 5 mil pilas de cimentación. Fueron necesarios 571 mil metros cúbicos de concreto para 376 columnas. La L3 recorrerá 21.5 kilómetros de Zapopan a Tlaquepaque en 33 minutos. Su túnel es de 5.4 kilómetros. Trasladará, prometen, a 233 mil pasajeros al día. 

La semana pasada se realizó un recorrido por la L3 en el que Alfaro convocó sólo a funcionarios y personalidades afines y evitó a reporteros (a quienes invitó públicamente y luego cortó). Así, resguardado entre sus huestes, sigue sin dar explicaciones sobre dudas genuinas que circulan sobre el tren. 

Lo que ya está arreglado, afirmó el titular de la SIOP, son las filtraciones en el túnel, así como el socavón a la altura de la Casa de los Perros. El sistema de recaudo ya funciona. 

A 72 horas de su entrada en operación no se saben los detalles del personal contratado para operar el tren (presuntamente poco más de 300) y se desconoce si tienen alguna certificación. Tampoco si las obras que todavía siguen serán o no impedimento para el funcionamiento de la L3. 

Se desconocen los gastos de operación, entre ellos el consumo eléctrico. En febrero se etiquetaron 354 millones de pesos para cuestiones operativas, pero no se ha especificado el rumbo del dinero. 

Esto en lo inmediato. 

De fondo se encuentra la revisión de la megaobra. ¿Buscará a los responsables por la demora de más de tres años en la construcción de la L3 así como del sobrecosto que supera los 16 mil millones de pesos? 

El proyecto tiene una cascada de irregularidades. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) hizo observaciones por una evaluación deficiente de las propuestas técnicas para favorecer a las empresas que resultaron ganadoras. Entre 2014 a 2018, la ASF descubrió anomalías por más de 621 mdp. 

Además hubo un sinnúmero de errores técnicos en su construcción: las dovelas, el agua en el centro o el tamaño reducido de la tuneladora, entre otros. 

Hoy se sabe que dos de los contratos más grandes financieramente para la construcción de la L3 fueron entregados a filiales en México de OHL, una de las madres de la corrupción en América Latina. 

Es oportuno revisar de nuevo “El tren de los favoritos de Peña Nieto”, investigación de periodistas de NTR y Canal 44. 

Gobernador: no le haga honor a las palabras de Shaw. Antes, haga de la recepción de la L3 un ejemplo de transparencia y rendición de cuentas para todos los afectados y beneficiados. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I