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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
El dolor halla siempre formas de ser expresado. Unos encuentran en el arte la manera de purgarlo; otros usan ese vehículo para que quienes lo sienten, de algún modo lo muestren, lo mencionen, le pongan un rostro, una voz, un color, una palabra.
En ese proceso, el cine mexicano ha dado un par de joyas que retratan desde diferentes ópticas el dolor que atraviesan las familias de los desaparecidos; una lo hace desde la ficción y la otra, desde el documental. Pero las dos pueden trasladarnos a ese mundo que recorren todos los días miles de personas en el país entero en la búsqueda de quienes un día simplemente ya no volvieron.
(Disto mucho de ser una experta en cine, aunque lo cierto es que es un arte que me arroba. Los colores, la música, las historias las conocí desde chica, de la mano de mi mamá, y ahora de adulta me siento muy feliz de seguir apreciando esta forma de expresión).
Sin señas particulares es la primera de ellas. Es una película de Fernanda Valadez del año pasado (en México, se prevé que esté en los cines en un par de meses). Tuve la fortuna de verla en la selección en línea que el Festival Internacional del Cine de Morelia 2020 hizo abierta al público.
Desde la ficción, desentraña la búsqueda que una madre hace de su hijo después de que éste y un amigo se fueran de su lugar de origen rumbo a Estados Unidos, en el afán de encontrar una mejor vida.
Su andar es retratado de una manera excepcional. Ella sigue todas las pistas que va desenterrando, pregunta “donde no debe” –dice uno de los personajes–, recorre día y noche caminos nunca recorridos, con gente nunca conocida, apenas con dinero y con la única intención de tener respuestas ante la desaparición de su muchacho, luego de que fuera a buscarlo al que sería cualquiera de los servicios médicos forenses de este país, tan lleno de bolsas negras, refrigeradores colmados de restos humanos, cajas de cartón o de plástico en vez de ataúdes y expedientes sin completar.
Al ser una ficción, trae consigo un par de giros inesperados, pero creíbles para quienes hayamos seguido con cierta cercanía el tema de los desaparecidos y la violencia del crimen organizado. Toda la historia está hecha con una fotografía maravillosa, cautivadora, hermosa, a cargo de Claudia Becerril Bulos.
Volverte a ver es la segunda. Un documental de Carolina Corral Paredes, también de 2020, que vi esta semana como parte del ciclo Rastros y Luces. Aquí, mujeres son capacitadas en labores forenses para acompañar la exhumación de una enorme fosa en la que el mismo gobierno de Morelos enterró de forma irregular a cientos de víctimas, hace seis años.
Es desgarrador acompañarlas en su lucha por la verdad. Las cadenas de omisiones, de indolencia, de errores desde las propias instituciones que deberían proveer justicia y respuestas aparecen una a una a lo largo de este registro que quedará para la posteridad.
Cuerpos inhumados con ropa, sin necropsia, con artículos personales aún puestos; cadáveres de diferentes personas en una misma bolsa, revueltos; carpetas incompletas, expedientes ilegibles… Cuando se supone que, al estar en un panteón forense, cada una de esas víctimas debería tener un protocolo completo para poder ser entregada a sus familiares, llegado el momento.
Y todo este cruel y fresco retrato está enhebrado con las historias que esas mujeres cuentan de sus hijos, hermanas, padres, nietas desaparecidas...
En un momento tan triste y desolador por el que estamos atravesando en el país, con miles de cuerpos acumulados en el Semefo de Jalisco, con las historias de desaparecidos que sabemos a diario, tal vez este tipo de cine nos ayude a entender la realidad inmediata que a veces nos avasalla.
Aunque duela.
Twitter: @perlavelasco
jl/I