Cien años después de su muerte, Enrico Caruso permanece en el imaginario colectivo mundial como el cantante más famoso de la historia, una posición a la que llegó con talento, pero también con un olfato que le hizo prosperar desde las capas más bajas de su Italia natal a la cúspide de Estados Unidos. 

Napolitano, nació en 1873 en el seno de una familia de escasos recursos y siete hijos (en realidad nacieron 21). Su debut oficial se produjo en 1895, y tuvo lugar en el Teatro Nuevo de Nápoles. Allí tuvo lugar también su primera gran decepción con L’elisir d’amore de Donizetti en 1901, un fracaso de público tras el que prometió que no volvería a actuar en su ciudad. 

Fallecido un 2 de agosto de 1921 y enterrado en aquel Nápoles en el que juró no volver a actuar (promesa que cumplió), quizás el recuerdo más vívido de lo que representa ser un Caruso lo guarda el tema que Lucio Dalla compuso en su memoria y que llegó a interpretar Pavarotti, probablemente su mejor heredero. 

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