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El nuncio

El nuncio Franco Coppola, de 62 años, es originario de la provincia de Lecce, llamada la Florencia del Sur. Doctorado en derecho canónico, inició su carrera diplomática en los años 90 en países como Colombia, Polonia y Líbano. Fue nuncio en Burundi, Chad y por último México. Nombrado por el papa Francisco a los pocos meses de su viaje a México en el 2016, en septiembre cumplió cinco años de haber trabajado intensamente en México, el papa lo envía ahora a Bélgica. 

Monseñor Coppola es como la gente de su región, muy amable y muy directo. Sonríe, habla suave y dice lo que piensa. Es un gran observador del entorno social y político que le ha permitido tener un diagnóstico propio de los cambios y problemas que enfrenta el catolicismo y la situación social que enfrenta nuestro país. 

No duda en dar su opinión, hacer propuestas y cuestionar sobre temas sociales, políticos y religiosos. En el ambiente diplomático se le considera un buen operador estratégico. 

En la Asamblea de la CEM de abril de este año expresó que “la disminución de la población católica en esta tierra guadalupana es sumamente preocupante”. 

En su mensaje, hizo un llamado a los más de 120 obispos a “reflexionar con claridad” el porqué en los últimos decenios “la formación en la fe no había logrado ni ha logrado, como tal vez pensamos o como hubiésemos querido, penetrar a fondo en los bautizados”. 

Para él, la realidad se debe “mirarla a los ojos”, y que hace necesaria mayor clarividencia de sus pastores, fuerte iniciativa y los llamó a encontrar nuevos métodos, nuevos caminos para ir al encuentro de todos los fieles de la sociedad. 

Utilizando las cifras del Censo 2020, les argumentó que “desde el punto de vista de la religión, cada 10 años el número de católicos ha ido disminuyendo, en proporción en un 5 por ciento, actualmente los católicos somos 77.8 por ciento”. Y que la disminución de los católicos menores de 30 años ha beneficiado más a los ateos que a los grupos de otras religiones. 

Somos un país joven, sin embargo, “no podemos decir que la mitad de quienes participan en nuestras asambleas litúrgicas sea compuesta por jóvenes de menos de 30 años”. 

El nuncio calificó como dramática la situación de los matrimonios religiosos: mientras en 1998 se celebraron casi 431 mil, en tanto que para 2018 fueron 229 mil; es decir, tan sólo poco más de la mitad, y la disminución de seminaristas ha sido de casi el 20 por ciento, y “la ordenación de sacerdotes en los últimos 20 años ha sido ¡30 por ciento menos!”. 

Todos estos datos, dijo el nuncio, son una alerta “para todos nosotros”, porque “no es una de las cien ovejas las que hemos perdido… ¡es una cuarta parte de las ovejas! Hay que reconocer… que nuestros métodos tradicionales hoy no funcionan, ni pueden funcionar en prácticamente ninguna de las áreas de la evangelización”. 

Al terminar su periodo de cinco años en México deja un episcopado renovado, pero no totalmente unificado. Logró imprimirle el sello del papa Francisco, ya que en el campo pastoral comenzó a sacudir a la iglesia mexicana. 

En diversas ocasiones expuso a los obispos la falta de mecanismos evangelizadores adecuados para alentar la labor pastoral y evitar la pérdida de fieles. Fue incómodo para algunos obispos mexicanos, por su insistencia de que salieran de la zona del confort. 

Su visita a Aguililla, Michoacán, recordó, quedará “dentro de mi corazón. La experiencia de un pueblo que está bajo la amenaza continua del crimen organizado, sin embargo, ahí pude constatar cómo los sacerdotes se quedaban en los pueblos a pesar de las amenazas”. 

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jl/I