A tu gobierno no le importas tanto

Me parecía increíble. Después de la tromba que azotó el sur de la ciudad el lunes por la tarde, miles de ciudadanos padecieron la indolencia de la clase gobernante. En las primeras horas del siniestro, hubo personas que no pudieron llegar a sus casas: las calles estaban anegadas y el transporte público dejó de circular. La lluvia ocurrió entre las seis y las ocho de la noche.

Mientras monitoreaba la entrega del paquete económico en San Lázaro, revisé las denuncias de ciudadanos que relataban cómo las inundaciones pasaban de lo chusco –con kayaks navegando avenidas convertidas en ríos– a lo trágico, con viviendas y camiones del transporte público bajo el agua.

Dice el dicho que, si la realidad no coincide con las palabras, peor para la realidad. Y eso ocurrió horas después.

Apenas amaneció el martes, los lamentos y las denuncias seguían en redes sociales. Los videos proliferaban: la avenida Adolf Horn o el Camino Real a Colima mostraban personas que tuvieron que pernoctar en sus autos o dentro de camiones, porque 12 horas después de la tormenta las calles seguían inundadas. Esas avenidas, vitales para conectar a la clase trabajadora, eran territorios imposibles de cruzar.

El colmo vino después. El alcalde Gerardo Quirino publicó un video donde confesaba que primero asistiría a su informe, un evento espectacular estilo TED Talk, y después iría a las colonias afectadas a revisar el trabajo de bomberos y protección civil.

Ver gente dormir en sus autos o en camiones, esperando cruzar una avenida inundada, resultó inaudito.

Aunque las cuentas de Protección Civil difundieron fotografías para presumir que estaban trabajando, lo cierto es que el aparato gubernamental de Tlajomulco estaba más preocupado por rendirle pleitesía al gobernante. Todo con la complacencia del gobernador Pablo Lemus, que tampoco reconvino a su correligionario y dejó pasar la desgracia como una más.

Alcalde y gobernador pudieron mostrar gallardía y empatía suspendiendo el informe, pero prefirieron el oropel y las fotografías.

Este hecho me recordó dos cosas: el mito griego de Narciso y el peso de las decisiones en el poder.

El primero cuenta que Narciso, convencido de su belleza divina, despreciaba a quienes lo amaban. Un día, al acercarse a un manantial, quedó fascinado con su reflejo. Se enamoró de sí mismo, incapaz de apartarse, hasta morir consumido por su obsesión.

El segundo caso es la novela El gran solitario de Palacio, de René Avilés Fabila, una ficción aterradora sobre las trampas del poder en el marco del 2 de octubre de 1968. Ahí vemos a un presidente incapaz de reconocer errores, lo que alimentó la leyenda de Díaz Ordaz como uno de los mandatarios más insensibles de la historia reciente.

Ha pasado ya un año de los gobiernos municipales y del estatal. Bien valdría recapacitar antes de que confirmemos, una vez más, que a nuestro gobierno no le importamos tanto.

omar.garcia@udgtv.com

jl/I

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