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Las inundaciones del 10 de junio

Las inundaciones del domingo 10 de junio no deben quedar en el olvido. El evento tiene que ser un parteaguas para que los recursos financieros y organizacionales fluyan de forma importante hacia la política de manejo de riesgos de la ciudad.

Las causas de la inundación aún están por verse. Corren versiones de que la causa principal fue la ampliación de Plaza Patria. Esta versión no explica la inundación en el túnel del Tren Ligero ni por qué la planta baja de Plaza Patria se inundó con aguas negras. Al margen de ello, lo más seguro es que esta zona de la ciudad tenga un sistema de drenaje mixto cuya capacidad se vio rebasada de súbito por la tormenta.

Un sistema de drenaje mixto es aquél que capta tanto las aguas negras provenientes de las zonas habitacionales como el agua de lluvia. El destino final del agua es alguna planta de tratamiento. Los sistemas mixtos tienen una capacidad máxima de agua que pueden contener. El volumen de aguas negras es predecible, porque más o menos sabemos cuánta agua se consume en la ciudad. Pero como la lluvia del domingo nos dejó ver, el volumen de agua que cae en una tormenta irregular no es tan predecible.

Desafortunadamente, una de las consecuencias del cambio climático es que este tipo de tormentas son cada vez más comunes. Las ciudades del mundo están adaptándose para convivir con este tipo de emergencias. Guadalajara no debería ser la excepción. Las mejores prácticas en gestión de tormentas implican trabajar en tres frentes: 1) adaptación de la ecología urbana a través de infraestructura, 2) planeación para el manejo de emergencias, y 3) adaptación de la forma en que los habitantes de las ciudades conviven con el agua.

En lo que respecta a infraestructura, las ciudades están adaptándose para resistir lo que se conoce como una tormenta de los 100 años. Una tormenta de este tipo es una precipitación con un volumen de agua tan grande que sólo sería probable cada 100 años. Es decir, que las ciudades ya no están construyendo su infraestructura para canalizar el volumen de agua normal. En su lugar, están construyendo infraestructura con el margen de reserva que les permita canalizar el agua de una tormenta de los 100 años.

En lo que se refiere al manejo de emergencias, las ciudades están instalando sistemas de alerta temprana y en caso de detectar una emergencia cuentan con protocolos de actuación especiales. Todas las agencias gubernamentales actúan de forma coordinada para atender la emergencia. Todos saben cuáles son las funciones que les toca realizar para proteger a la población y a sus infraestructuras más críticas como por ejemplo el transporte, la electricidad, el agua potable y los suministros de alimentos.

Por último, las ciudades con las mejores prácticas trabajan constantemente con la ciudadanía para cambiar la forma en que se relacionan con el agua. Esto implica dos acciones. Primero, reducir el uso de agua en una tormenta para permitir que la infraestructura tenga la capacidad de canalizar el agua de la lluvia. Segundo, conocer los protocolos de actuación en caso de emergencia y seguirlos para mantenerse a salvo.

No dejemos que la inundación del 10 de junio quede en el olvido. La emergencia que acabamos de vivir debe servir como mecanismo de disparo para abrir la ventana de oportunidad que nos permita consolidar la política de gestión de riesgos de la ciudad.

Coordinador del Laboratorio de Innovación Democrática (LID)

JJ/I