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Defensa activa de la democracia

Llegó el momento de elegir, de ejercer uno de los derechos políticos más apreciados por los ciudadanos de este país. Desde los territorios en que vivimos e interactuamos, los ciudadanos aspiramos a tener mejores gobiernos, autoridades a las que podemos apoyar, pero también exigirles cuentas y nuestra participación decidida en las elecciones es la demostración más clara de lo que sí queremos, es la oportunidad de movernos para afirmar qué proyecto nacional, estatal y municipal nos convence.

En el periodo de campañas hemos escuchado propuestas, contrastado la capacidad de los candidatos para tener un pulso claro de los problemas que aquejan al país, a Jalisco y al municipio en que vivimos. Hemos sido testigos del debate de ideas y propuestas, también de las confrontaciones y de la mayor o menor capacidad de los candidatos y candidatas para prefigurar un proyecto, una estrategia, de gobierno, de marcar un rumbo con el que se pretende gobernar a México, a Jalisco, con visión de futuro, con una perspectiva incluyente, que atienda las necesidades más allá de lo que demandan las capitales de los estados o las cabeceras regionales.

Pero por encima de todo, nos interesa elegir autoridades que tengan capacidad, que estén preparados y sean competentes para gobernar nuestros municipios. El gobierno municipal es el más cercano a los ciudadanos, debe esforzarse por conocer muy bien sus necesidades, los problemas que los aquejan; se integra por personas y equipos de trabajo capaces de afrontar esos problemas y satisfacer las necesidades que puedan mejorar la vida de las personas. Una parte importante es elegir bien a nuestras autoridades, locales, estatales y nacionales.

Pero no basta participar el día de la elección de nuestras autoridades, es muy importante que la interacción entre gobierno y sociedad deje de ser un postulado y se convierta en una práctica cotidiana. Eso depende de nosotros, de los ciudadanos con ganas y capacidad para exigir la participación de la sociedad, y que la participación se torne en una exigencia permanente para que los gobiernos electos cumplan con el proyecto de gobierno que nos ofrecieron. Ya en el ejercicio de gobierno, la cooperación y la exigencia ciudadana obligan a gobernantes y funcionarios a cultivar la sensibilidad y capacidad para escuchar a la ciudadanía y en consecuencia adecuar planes y programas gubernamentales a las necesidades expresadas por los ciudadanos.

Participar en las elecciones es un compromiso de quienes se postulan como candidatos para gobierno o para representarnos en las cámaras de Diputados y Senadores. Una vez electos diputados y senadores ya no representan más a los partidos, sino a la sociedad. Y junto con presidentes municipales, gobernadores y el Poder Ejecutivo federal, deberán trabajar por mejorar la vida de los mexicanos: atender a fondo los problemas de inseguridad y violencia, cortar de tajo las condiciones que propician la corrupción y sancionar a quienes las permiten, a fin de romper el círculo de impunidad y corrupción.

En la base de estos problemas está la necesidad de combatir desde su raíz la desigualdad que padecemos en México y que no puede abatirse con soluciones que parecen una aspirina para combatir un cáncer. Los programas crecen, pero la desigualdad entre regiones y en la distribución del ingreso no mejora. Sólo una estrategia que vincule las políticas de desarrollo regional, de fomento del empleo y mejor distribución del ingreso podrán abatir la desigualdad que nos aqueja ya por décadas.

Las autoridades electas tienen la oportunidad de responder a la altura de los desafíos que sus localidades, municipios y el país entero exigen o desperdiciar la ocasión para conformar buenos gobiernos, trabajar en favor de la ciudadanía y así demostrar que vale la pena apostar por la democracia concreta, defender la democracia en el día a día y desde lo local.

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JJ/I