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Gracias totales

Las mudanzas son sismos psicológicos. Se muda un cuerpo que siendo el que fue en un espacio dado, se traslada hacia otro.  Se mezcla la ilusión por la novedad  al mismo tiempo que dices adiós a personas, relaciones, a rutinas que se volvieron nuestra vida cotidiana. Inevitable la nostalgia.

Hace casi tres años que Susana Chávez me invitó a dirigir los espacios escénicos del municipio de Guadalajara. Eran dos: el Teatro Torres Bodet y el Laboratorio de Arte Variedades (Larva).

En el primer caso un teatro al que Ricardo Duarte me había invitado un año atrás a supervisar las labores de remodelación junto con Adriana Córdova y Azucena, así por demás decir el cariño que le guardo.

En el segundo caso, el Larva me faltan caracteres para contar los vínculos anteriores al momento en que me tocó dirigirlo. Estaba convencida de que podía volverse el espacio más potente de esta ciudad para poner en diálogo prácticas contemporáneas. No solo escénicas.

Un octubre de hace ya casi tres años arrancamos  casi sin personal, sin presupuesto, sin actividades, con un panorama bastante desolador pero con muchas ganas de imaginar lo imposible. Tere y Óscar como los activos más valiosos (hasta hoy) del Larva; Belén, incorporándose al Torres Bodet. Como refuerzos emergentes y cabezas de operación de cada espacio, Ale y Chava. Más tarde llegarían Gerald y David.

Al paso del tiempo sigo pensando que es una labor titánica proponer una curaduría o una dirección artística de un espacio. En este país existen administradores o responsables de operación pero pocos que gestionen y que permitan poner en diálogo las cualidades de un espacio con su contexto. En el intento de pensar otros modos posibles, llegó Lili a la dirección del Torres Bodet, poniendo atención en los procesos de cada espacio más allá de la programación de funciones a público.

Este recuento de personas es para reconocer y agradecer por su dedicación de muchas horas a que un proyecto improbable fuera posible. Desde sus distintas trincheras sin ellos, no habría modo en que una función pudiera suceder. En congruencia con el suceso escénico en tanto colectivo,  lo hicieron posible.

Los ciclos terminan. Hay que mudarse. Ojalá que los próximos en llegar tengan la experiencia, seriedad y cuidado para llevar  ambos espacios a potenciarse de acuerdo a su vocación y no a  intentar inventar el hilo negro. Porque lo que caracteriza a la burocracia rancia de siempre de la que ya estamos hartos es no escuchar, sólo imponer.

Veremos…

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JJ/I