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Ver la paja en el migrante ajeno

Que son muchos, que entraron a la mala, que no traen papeles, que son cochinos, malagradecidos, que son rateros, que los mantenga su país, que trabajen, que no nos quiten el trabajo, que primero se ayude a los mexicanos pobres y a los nayaritas…

Sobre esos y otros discursos versa la xenofobia de los tapatíos con la noticia de que la caravana migrante de Centroamérica estaba llegando a Guadalajara y que, además, el gobierno del estado les había preparado un albergue en el Auditorio Benito Juárez con servicios básicos para su estancia: agua, comida, atención médica y un lugar para dormir.

Pero a muchos les pareció un exceso que se asista a personas transmigrantes que huyen de países en crisis y arriesgan la vida en busca de algo mejor, se indignaron por el ofrecimiento del auditorio y opinaron que debían irse a alojar en otro lugar, en estadios, en explanadas, como si se tratara de algo indeseable, no de mujeres, niños y hombres que llevan semanas viajando en condiciones de riesgo.

Sí, son xenofobia los comentarios o “críticas” de rechazo a los migrantes y su estancia en Guadalajara por un simple motivo: se trata de una descalificación a un grupo de personas a causa de su lugar de origen, en este caso, sus países centroamericanos.

Todos aquellos que rechazan el apoyo institucional a un grupo de extranjeros con el argumento de que las necesidades de los mexicanos son prioridad, deben saber que existe un documento llamado Declaración Universal de los Derechos Humanos donde se establece, en el artículo 2, que toda persona tiene derecho a una vida digna simplemente por el hecho de ser un humano, independientemente del país donde esté o provenga.

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”, dice además el artículo uno. Bajo este entendido, que los gobiernos presten servicios a los migrantes no es limosna ni favor, solo cumplen con su obligación porque los derechos humanos no se regatean.

Ahora, si nos vamos a que “son muchos los hondureños” y “no traen papeles”, para empezar, las caravanas están divididas y se mueven en grupos chicos para poder tomar ride. Ya en total, de los que han entrado al país desde noviembre se habla de alrededor de 7 mil, ¿de verdad son muchos? Comparemos.

Antes de replicar ese tipo de argumentos vale la pena contextualizar el panorama migratorio: México es el país del mundo con mayor cantidad de connacionales “ilegales” en Estados Unidos, con 11.7 millones de personas nacidas en nuestro país, pero avecindadas allá, según el Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos y estimaciones del Pew Hispanic Center. Es decir, ¡casi dos veces la población de Jalisco cruzó la frontera sin papeles! Documentos que, irónicamente, ahora los mexicanos exigen a los centroamericanos para transitar por el país.

Si a eso le sumamos los 23.6 millones de mexicanos que han nacido allá hasta el 2017, entonces tenemos un total de 35.3 millones, según el Instituto de los Mexicanos en el Exterior, de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

En total, una tercera parte de los migrantes en Estados Unidos son de este país. ¿Siguen siendo muchos 7 mil centroamericanos en México? No representan ni 0.04 por ciento de nuestros paisanos en el norte.

Será bueno que antes de criminalizar a un grupo de personas que vieron en una caravana migrante su única forma de buscar una mejor vida, dimensionemos y valoremos, porque hay 214 millones de migrantes en el planeta, es decir, 3 por ciento de la población mundial está en tránsito, según la Organización Internacional para las Migraciones. Es decir, no es nuevo ni raro ni nocivo. Vamos siendo solidarios.

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da/i