INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Preguntas y promesas incumplidas

El colmo del cinismo y la desfachatez otra vez nos alcanzó. Se acaba el sexenio y se repite esa maldita costumbre de inaugurar obras inconclusas, de afirmar que se cumplió mientras los hechos ponen en evidencia que las promesas se quedaron muy cortas.

A lo largo de la semana fuimos testigos de una denuncia formulada a través de preguntas sobre las fallas y riesgos que implicarían los ahora famosos neoprenos defectuosos. Se esperaba la entrega de una obra concluida, la inauguración de la Línea 3 del tren ligero, pero Enrique Alfaro les aguó la fiesta con sus dichosas preguntitas que pusieron a la luz pública las anomalías de la magna obra y obligaron a la Secretaría de Comunicaciones, al presidente y al gobernador a hacer malabares para justificar como “normales” los errores y hasta afirmar que “lo importante es corregirlos”.

Bien por Alfaro, que descubrió y denunció las anomalías que los gobiernos pretendieran mantener en secreto. Mal por Comunicaciones y Transportes, por los gobiernos salientes que pretendían tapar el Sol con un dedo, que quisieron justificar de mil maneras que la entrega de la obra se demoraría cuatro meses, hasta que quedaran restituidos los mil 500 amortiguadores que se colocan entre el acero y el cemento, que costaría 40 millones más; que las fallas son responsabilidad de la misma empresa que cometió idénticos errores en el proyecto del tren México–Toluca, con lo que podemos concluir que en las asignaciones de obras se premia la incompetencia y se cubre la complicidad entre empresas consentidas y gobiernos.

En el evento de la semana, la peor parte se la llevó Peña Nieto, quien en lugar de lucir con la inauguración de la magna obra del sexenio, vino a hacer el ridículo que coronaría su gestión como presidente. Al final tuvo que develar una placa que anuncia “el inicio de las pruebas operativas totales” de la Línea 3. El gobernador le acompañó en la pena y para no quedarse atrás, podríamos referirnos a la promesa que hiciera su secretario de gobierno de llevar a migrantes centroamericanos a Nayarit, pero literalmente los sacó de la ciudad para expulsarlos y dejarlos en la primera caseta que encontraron, la del Arenal. Con tanto lío ya casi ni recordamos la irresponsabilidad de la fiscalía con la gira de dos tráileres repletos de cadáveres y la pretensión de repartir sus culpas con el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.

Es cierto que a veces por atender los desaciertos no contemplamos las cosas que se han hecho bien, como promover una ley anticorrupción, nombrar a un fiscal que asuma el liderazgo y hasta un consejo ciudadano que garantice el adecuado funcionamiento de la institución. Es hora de poner a prueba esos instrumentos e instituciones, pues de no ser alertados de las fallas en la Línea 3 y de los riesgos que podrían correr los futuros usuarios, se hubiese impuesto el silencio, el engaño y la corrupción.

Alfaro, Del Toro y hasta Lemus hicieron coro frente a la opacidad y complicidad de los gobiernos estatal y federal ante estos hechos, se les aplaude, pero también se espera que esa coordinación y espíritu de equipo se muestre con claridad en una mejor coordinación entre los gobiernos municipales y el gobierno del estado. Urge un proyecto metropolitano de gobierno y ahí está la oportunidad de concretarlo y demostrar que sí es posible tener buenos gobiernos. Alfaro tiene razón en poner límites a “la aplanadora de López Obrador”, pero ojalá tenga como criterio básico que a los ciudadanos nos importa que nuestro gobernador trabaje más en la coordinación de esfuerzos, en que los proyectos coincidan en lo fundamental y se orienten más a satisfacer las necesidades de sus gobernados. Los jaliscienses, los mexicanos, queremos constatar que nuestros gobiernos hacen diferencia con el pasado y eso nos beneficiará a todos.

[email protected]

da/i