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¿De veras se matan entre ellos?

Creí que en el discurso de la refundación de Jalisco no escucharía el mismo argumento de los gobiernos que le antecedieron para justificar el alza de homicidios en el estado y particularmente en la Zona Metropolitana de Guadalajara. El “se matan entre ellos” del gobernador Enrique Alfaro me regresó a la realidad de que, hasta el momento, en este terreno de la grave inseguridad pública todos los gobiernos son iguales.

Espero que a nuestras autoridades los asesinatos de ciudadanos inocentes –conocidos o no– los regrese a la realidad de que más allá del ajuste de cuentas entre bandas del crimen organizado, la delincuencia común hace de las suyas a diario. Y seguramente que son los delincuentes los más contentos de que nuestros gobernantes remitan el incremento de hechos delictivos a ese crimen organizado.

Y es que mientras sea así, los delincuentes que azotan diversas colonias de la metrópoli seguirán actuando a sus anchas, como por ejemplo en la colonia Ladrón de Guevara, donde los robabaterías –ejemplos de estos hechos en esa zona he conocido varios en poco tiempo– han sentado sus reales sin que la Policía de Guadalajara se moleste en combatirlos y mucho menos detenerlos. Pero lo mismo sucede en Zapopan y demás municipios metropolitanos.

El asesinato del dos veces presidente municipal de San Miguel el Alto, Joel Hernández González, cuyo móvil se asegura que fue el robo, echa por tierra el argumento aquel del “se matan entre ellos” y da el espacio para que estos delincuentes sigan haciendo de las suyas ante la ineficacia de las autoridades para enfrentarlos y detenerlos. Y como el del ex alcalde, muchas muertes más que no tienen amplia difusión por ser las víctimas unos perfectos desconocidos para la mayoría de la sociedad, pero que generan el mismo dolor a familiares y amigos, suceden todos los días.

Los argumentos que esgrimen las autoridades para explicar los índices delictivos o para afirmar que van a la baja son poco o nada convincentes para el grueso de la población, mucho menos para las víctimas de la delincuencia. Apenas el viernes pasado el coordinador del gabinete de Seguridad Pública, Macedonio Tamez Guajardo, aseguró que en el primer mes del gobierno alfarista “todos los índices delictivos están contenidos”, sin ofrecer mayores evidencias que su dicho, que contrasta con lo que los ciudadanos viven día a día en las calles de la zona metropolitana.

Y en este marco es que preguntamos: ¿realmente las instancias estatales de seguridad pública mantienen la coordinación requerida para combatir a la delincuencia en Jalisco? ¿Hay simbiosis en su actuación entre el fiscal del estado, Gerardo Octavio Solís Gómez, y el secretario de Seguridad Pública, general Daniel Velazco Ramírez? ¿Quiénes conforman su equipo de colaboradores de uno y del otro? ¿Todos son elementos con experiencia y capacidad probada? ¿Todos pasarían sin problemas las pruebas de control de confianza? ¿Cómo puede generar el gobierno la confianza de la ciudadanía en sus cuerpos de seguridad pública si desconoce quiénes los integran?

Porque es cierto que Tamez Guajardo, Solís Gómez y Velazco Ramírez son las cabezas responsables y que dan la cara públicamente, pero el primero sólo coordina y tiene más teoría que práctica; el segundo regresa a las labores de seguridad pública 13 años después de que dejó de ser procurador del estado y en un Jalisco que ya no es el mismo de aquellos años y, mucho menos, los métodos delincuenciales; en tanto que Velazco Ramírez, si bien hace cinco años fue comandante de la quinta Región Militar, a partir de 2014 ocupó cargos administrativos dentro del Ejército como inspector y controlador general, y en 2017 pasó a retiro tras 40 años de servicio.

Así, pues, faltan evidencias para confirmar que estamos seguros.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I