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Alfaro se entregó a AMLO

¿A qué vino el presidente Andrés Manuel López Obrador a Jalisco? A montar el show, no de la cuarta transformación ni de la refundación, sino de la reconciliación; a dejar en claro que en México el presidente de la República manda y que ningún gobernador le alza la voz; a demostrar que donde hay morenistas se aplicará el protocolo de los abucheos y a decirle a los políticos jaliscienses que dejen de hacer grilla y se pongan a hacer política.

En esto podemos resumir lo sucedido el sábado con la visita de López Obrador, pues pasó a segundo plano el compromiso del presidente de apoyar con mil 700 millones de pesos a los productores del campo jalisciense y su promesa de concluir –no de que entre en operación– este año la Línea 3 del Tren Ligero fue algo que ya había adelantado una semana antes en las ruedas de prensa mañaneras, así es que no hubo nada nuevo.

Como lo referí en este espacio luego de la visita que el gobernador Enrique Alfaro le hizo en Palacio Nacional aquel Día del Amor y la Amistad, López Obrador nada dijo de los proyectos de saneamiento del río Santiago, de la Presa El Purgatorio y de la ampliación del libramiento a Puerto Vallarta que fueron motivo de aquel airado reclamo que el gobernador le hizo desde la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres y que le recriminó por faltar a su palabra y no reflejarlos en el presupuesto 2019.

El gobernador Alfaro Ramírez tampoco se acordó de estos proyectos y del reclamo en la plaza pública ahora que tenía cara a cara al presidente de la República. Aquel aguerrido gobernador que ante sus huestes emecistas gritó que “no voy a gobernar agachado al presidente”, ahora hizo mutis, bajó el tono de voz, elogió a López Obrador y le reiteró que está en la mejor disposición de trabajar juntos. Sin duda que aquel 14 de febrero entró a Palacio Nacional el Enrique Alfaro que le apostó al contrapeso y salió el Alfaro de la reconciliación. Podemos decir que a partir de ese día, los jaliscienses confirmamos que la cuarta transformación sí funciona.

Y no sólo eso. Sino que sin reparo alguno aceptó la instrucción que López Obrador le dio a Carlos Lomelí Bolaños para que se fundieran en un abrazo que muchos creen es el inicio de la reconciliación, pero que para mí está muy lejos de ser realidad. Pero antes de ese abrazo, Andrés Manuel envió un claro mensaje a los políticos jaliscienses de Movimiento Ciudadano y de Morena –representados por el gobernador y su coordinador de programas sociales– para que dejaran de estar haciendo grilla y se pongan a hacer política. Con su cantadito tono de voz, así lo dijo:

“Ya, chole, ya, que se vayan por un tubo. Ya chole la politiquera, la grilla ya me tiene… ¡hasta el copete! ¿Qué ganamos con eso? ¡Nada!”. Y fue entonces que instruyó: “Va a subir Carlos Lomelí y se va a dar un abrazo con Enrique Alfaro”. Y ambos, chiveados, se dieron un fugaz abrazo que fue aplaudido por simpatizantes de uno y del otro, pero que seguramente sólo se quedará en eso: en una mera imagen protocolaria a petición del presidente de la República.

Por eso mi entrega del viernes anterior la denominé la gira del morbo, porque eso era y eso se confirmó. La mayoría de los medios de comunicación destacó si hubo o no abucheos, que por supuesto los hubo, aunque hubo voces, como las de los diputados locales, comandados por su coordinador Salvador Caro, que pretendieron apagarlos con animadas porras para Alfaro; el abrazo de Alfaro y Lomelí; la guerra de porras para López Obrador y Alfaro, sin faltar, por supuesto, la confirmación del acarreo alfarista para contrarrestar al acarreo morenista.

Así se desarrolló la primera visita presidencial a Jalisco con la que quedó confirmado que AMLO tiene aquí a un aliado, gracias a la magia del Día del Amor y la Amistad.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I