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Un café entre coyotes y la precariedad social

Experto. Don Ismael Zepeda Gutiérrez es el miembro más viejo del proyecto denominado Escuela de Manejo Agroecológico del Café Sierra Occidental de Jalisco. (Foto: Especial)

Las historias particulares en La Cuesta, municipio de Talpa de Allende, hablan de escasos momentos de prosperidad y un largo abandono que todavía hoy obliga a muchos a migrar a la cabecera municipal, a Puerto Vallarta, a Guadalajara y a Estados Unidos.

“Desde que yo la conozco, esta región siempre ha sido dedicada al café; yo cuando me hice del predio ya estaban las plantaciones mayores, y tengo como 30 años más o menos. Pero ya habían pasado los buenos tiempos. De los años ochenta para atrás, se trabajó con el Instituto Mexicano del Café, nos apoyaban con recursos, con técnicos, pero de repente desapareció y nos dejaron sin conocer a los compradores ni absolutamente nada. Ya no hubo apoyos del gobierno y se vino la caída, como que ellos supieron que iba a caer el precio del café, y pues eso dijeron, ahí les va, rásquense ustedes”.

Don Ismael Zepeda Gutiérrez es el miembro más viejo del proyecto denominado Escuela de Manejo Agroecológico del Café Sierra Occidental de Jalisco, que tiene un café marca Maple, por el bosque relicto de Arce que se ubica a menos de 15 kilómetros de sus potreros y que ha sido protegido de forma precaria por el gobierno de Jalisco, como compensación por abrir una carretera sin manifestación de impacto ambiental que ha dejado daños permanentes y amenazas crecientes a la conservación.

“En esa época, estas parcelas daban como 25 a 30 toneladas, pero ya con esa caída de precio ya no hubo quien nos apoyara; entró el coyotaje, nos pagaban lo que querían y con el precio bajo, la gente mejor empezó a abandonar los cafetales. Entonces muchos migraron a Estados Unidos, y los jóvenes lo siguen haciendo; yo tengo cuatro hijos, tres están allá y uno en Puerto Vallarta ahorita, y yo estoy solo”.

– Mientras este cultivo y otros no den lo suficiente,  la gente deberá seguir migrando…

– Pues yo me he mantenido porque tengo un poco de ganado, entonces el ganado me apoya a veces para vender la vaca y meterle dinero al café, por eso me he sostenido. A mí lo que lo que más me apura es cuidar el bosque, que es el que nos mantiene con agua, y de aquí estamos manteniendo el suministro hasta Tomatlán, porque aquí están los nacimientos del agua del río San Nicolás. Si nosotros acabamos con los nacimientos, a ellos los va a afectar, aguas abajo.

Este último periodo, pese a los apoyos, ha sido complicado porque les pegó por primera vez en un siglo la llamada rolla, una plaga que hace estragos en el sureste del país y Centroamérica, y desciende drásticamente la producción de la cereza del café. La idea de don Ismael es combinar cafetales con ganado, con pago de servicios ambientales hidrológicos e incluso algún aprovechamiento forestal bien establecido, para proteger al bosque con un sustento productivo. 

Pese a los problemas, el caso del café es esperanzador. “Los precios han mejorado de unos cuatro a cinco años para acá, el kilo anda como a nueve pesos, pero todavía debe mejorar; para que fuéramos rentables tendría que valer como de 12 a 15 pesos, porque siempre se le mete mucho dinero; yo aquí le metí la limpia en octubre, y ahora tengo que meterle otra, y ahora este año hubo muy poca cosecha por causa de la rolla, con eso viene otro costo más, estar fumigando, es una tarea más, entonces sólo salimos medio tablas”.

Por eso buscar el valor agregado, dar un producto terminado, y acceder a mercados. “La idea es de llegar a venderlo tostado y molido, y si se pudiera vender ya como en taza, sería mejor”.

– ¿Buscar abrir cafés en Puerto Vallarta y en Guadalajara?

– Si, es lo que le digo, si se pudiera; yo el año pasado fui a visitar a mis hijos a Estados Unidos y me invitaron un café; un vasito de café a tres dólares, y le dije: hijo de la mañana, falta nomás que me haga daño, porque yo allá lo regalo, y un vasito así a tres dólares, qué tristeza darnos cuenta de cómo estamos…

Siempre hay un ganador en estas historias, y lo normal es que sean los intermediarios, llamados coyotes. Imponen precios y chantajean a los productores, debido a que tienen un producto perecedero. Por eso no es casual que uno de los objetivos centrales detrás de la marca Maple sea el comercio justo, que los cafetaleros logren un precio real por su inversión y esfuerzo, o logren acceder al consumidor final… ese que paga de 20 a 50 pesos por taza en las grandes ciudades.

Con la comercialización topamos

La idea original del proyecto era mejorar la producción en el sitio. Al conocerse las inequidades del mercado y las grandes desventajas del campesino frente a toda la cadena productiva, se fueron reforzando los otros eslabones, señala Luis Javier Peña Robles, responsable de la Escuela de Manejo Agroecológico del Café Sierra Occidental de Jalisco.

“Entramos al apoyo, de entrada nunca fue la idea comercializar café, sino que una cosa llevó a la otra; el proceso organizado nos llevó a eso, porque al final la comercialización es el detonante del café: el proceso nos hizo conocer la experiencia, y ahora la fortalecemos; las cadenas que generamos ya van fortalecidas con la calidad del café que tenemos, logran crecer; porque además, nosotros sin tener recursos propiciamos créditos, con los créditos lograron empezar a crecer y dar a conocer el café de Jalisco. Es un componente esencial de este proceso visibilizar esta experiencia que existe en la sierra, y de esa manera, nosotros este año entendemos la necesidad de una infraestructura para poder procesar un café que estamos produciendo en nuestra parcelas, y poder sostener el camino que ha venido generando la experiencia comercial, una comercialización justa, agroecología y organización”, señaló Peña Robles.

da/i