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El gran Palillo

Nuestra anodina comicidad en la actualidad ha abusado de la vulgaridad y desvirtuado el albur (“El albur, tan mexicano –como ha dicho Jorge Arturo Ojeda en Esferas, FCE–, es un juego de palabras, es una asociación fonética o semántica; no es el calembour ni el pun, sino atrevimiento con censura, una muestra de cobardía o recelo con valor sexual”), al hacerlo un recurso de sus sketches, sin lograr aristas finas, ni mucho menos ir hacia caminos más inteligentes, por ejemplo la crítica política, donde hay un amplio territorio por ahora –y desde hace mucho tiempo– desierto, por inexplorado. No siempre fue así, pero un amplio público ya no lo recuerda. El humor nacional tuvo tiempos mejores, ya un tanto olvidados es cierto, pero que tienen a un personaje central cuyo nombre fue Jesús Martínez y su apodo: Palillo.

La figura de Jesús Martínez Palillo siempre fue efectivamente un personaje indeseable para el Estado, de lo contrario también se repetiría ahora la quizás única obra fílmica del llamado rey de las carpas de México, pues sólo una vez –quizás en 2006, cuando en la FIL se le brindó un reconocimiento y se presentó un libro sobre su vida y obra– un canal local transmitió durante la alta madrugada esa espléndida joya crítica de humor político que resulta ser ¡Ay, Palillo, no te rajes!

Sabemos –siguiendo las delgadas líneas de su semblanza–, que es padre de la actriz Ana Martin, y nació en el barrio del Santuario de Guadalajara, el 13 de abril de 1913. Fue el cómico tapatío –murió en 1994– uno de los más grandes seguidores del equipo de las Chivas; acólito en su infancia, agente de tránsito, fotógrafo, torero, sochante, y primer soprano del conjunto musical de la Catedral de Guadalajara. Se afirma que una afonía le impidió ser un artista del bel canto y devino en cómico. Su acentuada delgadez condujo a sus conocidos a nombrarlo con el mote de Palillo. Su altura en el humor político comenzó en 1937, cuya “picardía y valor para decir lo que otros callaban lo dotaron de fama” –afirma una vieja nota publicada en La Jornada–, que el gobierno premió siempre con breves pero infinitos tiempos de cárcel.

victormanuelpazarin.blogspot.mx