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Educación y democracia

En estos días se ha puesto en marcha la maquinaria publicitaria del gobierno para dar a conocer “el nuevo modelo educativo”. En los anuncios televisivos podemos ver cómo en una escuela modesta la maestra decide que el que sus alumnos repitan no es suficiente, sino que tienen que entender lo que ella les enseña; la epifanía es remarcada por una transición entre el blanco y negro de la escena por una a colores, resaltando la modernidad de esta nueva forma de ver la educación.

En principio, el nuevo modelo educativo propone cambios importantes: una mayor autonomía de los centros escolares al tiempo que se les descarga de funciones administrativas, un mayor acompañamiento de los docentes y personal administrativo con los estudiantes, una adecuada biblioteca (física y virtual) con los materiales necesarios para el aprendizaje, la actualización de la infraestructura educativa (a través del programa Escuelas al CIEN, que según el gobierno ha tenido una eficacia de 99 por ciento en su primer año), y sobre todo, un cambio en las prioridades del currículo educativo, poniendo énfasis en tres grandes rubros: educación humanista (centrada en los valores), el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico para que el alumno pueda procesar información y tomar decisiones con base en ella, y la incorporación de los avances en las ciencias y técnicas de educación.

Para la operación de este modelo se propone seguir y profundizar la reforma educativa, para poder contar con los profesores que operen este cambio. Es ahí donde todo el modelo muestra sus fisuras. En ningún momento se habla de los sindicatos de la educación y de cómo éstos han tomado el control de la educación, de cómo persisten las prácticas nefastas de venta de plazas, de duplicidad de funciones, de maestros que cobran sin dar una sola clase, de las canonjías de los sindicatos y de muchas otras perversiones. La reforma educativa, por más que plantee una evaluación continua y sistemática, carece de poder para separar a los profesores inadecuados, ya que “no es punitiva”. Un profesor puede fracasar una y otra vez y sólo se le dirá en qué tiene que mejorar. Sólo a quienes se niegan a participar se les ha empezado a despedir, con el consiguiente problema sindical que tiene más de dos años sin resolverse. Mexicanos Primero ha seguido denunciando el derroche de recursos destinados a los sindicatos que no llegan a beneficiar a los estudiantes. Los retos siguen siendo las burocracias, la corrupción y la falta de infraestructura.

Aurelio Nuño, secretario de Educación, ha dicho que los cambios de este modelo se empezarán a ver dentro de 20 años, lo cual a mí me parece razonable; finalmente, los estudiantes de educación superior están demasiado afectados por los vicios de nuestro sistema educativo que los efectos de estas modificaciones serán menores en ellos; si se establece una verdadera cultura humanista centrada en el pensamiento crítico, será porque se inculcó en los primeros años escolares, y a estos niños les hace falta cursar 16 años de escuela. En lo personal hago votos por que el modelo funcione (ignorando la experiencia sobre las reformas de este gobierno), ya que la calidad de una democracia está directamente en función de la calidad de la educación que reciben sus ciudadanos. Mientras mayor sea la capacidad para dilucidar la verdad mezclada entre la propaganda, la mentira política, mayor será la capacidad para elegir mejores representantes y vigilar su conducta, así como también será mayor la cantidad de personas que se involucren en la toma de decisiones.

Tristemente, el secretario Nuño no pudo dejar de politizar el modelo educativo para atacar a un contrincante político, pero de eso hablaré en otra ocasión.

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