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La fragmentación del mundo y Cataluña

Opinar sobre lo que está pasando en Cataluña no es fácil para mí. Por un lado, mis abuelos maternos vinieron de Barcelona a México al terminar la Guerra Civil y de ellos aprendí sobre la riqueza de la cultura e identidad catalanas. Por otro lado, viví en Madrid por siete años y aprendí sobre el modelo español de unidad en la diversidad, en el que, a pesar de las fricciones entre formas de pensar en distintas regiones, existen los espacios para dialogar y para actuar con autonomía.

Desde esta perspectiva, estructuro mi columna en tres ideas.

Primero, mi entendimiento de cómo Cataluña llega al momento en el que está.

La represión del franquismo dejó heridas profundas en los catalanes que todavía no terminan de sanar, que van desde la supresión cultural hasta la pérdida de vidas de quienes defendían el catalanismo.

Me queda claro que España hoy es un país en un estado de ánimo de frustración por la lenta recuperación económica y porque no termina de completarse una renovación política que sigue a medias. Los discursos gastados del bipartidismo PP-PSOE siguen sin extinguirse, los discursos frescos de actores nuevos no terminan de cuajar y la dificultad para sumar fuerzas políticas para generar gobierno dejó muy debilitado el liderazgo de Mariano Rajoy.

Este momento de fragilidad es ideal para que en una región rica, lastimada por el pasado y con aspiraciones de independencia se alcance una masa crítica de apoyo público para separarse… argumentando una liberación del control central de España y de los lastres económicos de otras regiones menos competitivas en el país.

Segundo, el lamentable choque del domingo pasado.

Lo que ocurrió el fin de semana sólo puede describirse como dos errores que no hacen un acierto. El error de llevar a cabo un referéndum unilateral ilegal y el error de movilizar a la Guardia Civil para reprimir el referéndum con violencia hacia los ciudadanos.

A esto se suma la irresponsabilidad del juego de narrativas en medios de comunicación que tienen sabor a política posverdad porque usan argumentos incompletos y emocionales para defender la causa de uno y otro bando, consiguiendo sólo acentuar las divisiones y generar la percepción en el mundo de que el gobierno de España y el de Cataluña están al borde de un conflicto más serio.

Tercero, el independentismo catalán en el contexto de un mundo en proceso de fragmentación.

Si nos detenemos un momento para ver la foto completa a 10 mil pies de altura empezamos a ver coincidencias entre los argumentos a favor de que Cataluña se separe de España, aquéllos a favor de que el Reino Unido se separe de la Unión Europea o aquéllos a favor de que Estados Unidos se salga del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

En muchos lugares en el mundo está triunfando la idea de que ante los problemas que trae la integración es mejor priorizar los intereses propios de un país o región.

En mi opinión esto es equivocado. El futuro como civilización humana está en mantener nuestra diversidad con mecanismos unificados de coordinación. En vez de crear más países, hay que crear más regiones integradas.

Cómo pueden resolverse los problemas entre México y Estados Unidos si en vez de reforzarse los mecanismos de coordinación en Norteamérica para incluir temas de seguridad y de migración cada una de las partes deciden velar por sí misma y entrar en una espiral de obstaculizaciones mutuas.

Cómo puede Reino Unido resolver sus retos de migración y desempleo renunciando a los espacios donde justo puede coordinarse con la región con la que más comercia y comparte flujos de personas.

Cómo pueden los gobiernos de España y Cataluña aspirar a una solución si no se escuchan. Ni España puede gobernar una región en donde una parte importante de la población quiere mayor libertad para determinarse ni Cataluña puede aspirar a ser una nación próspera si corta los lazos con el país con el que naturalmente sería su mayor aliado económico y político.

@ortegarance

JJ/I