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Ibarra: ¿hará historia?

El pasado 24 de mayo, cuando Enrique Ibarra Pedroza hizo la presentación de la tercera edición de su libro El Puente de las Damas, expresó:

“Recupera la historia de un puente que se edificó para unir a dos partes de una ciudad: la habitada por la población criolla y mestiza, con su barrio más antiguo Mexicaltzingo, habitada por mujeres y hombres pertenecientes a los pueblos originarios del país”.

Desde ayer lunes y hasta el último día de octubre próximo, Ibarra Pedroza tiene la enorme responsabilidad de ser el puente para volver a unir al gobierno municipal y a una parte importante, nada menor ni despreciable, de la sociedad tapatía y recomponer una relación que dejó fracturada su antecesor.

Ibarra tiene nueve meses para hacer historia como alcalde de Guadalajara… o para quedar simplemente en un retrato colgado en sala de ex presidentes.

Su capacidad y experiencia le da para lo primero, pero puede suceder lo segundo si quedó con las manos amarradas y sin margen para imponer su propio sello en el tiempo que despachará como responsable del gobierno municipal.

Oriundo de Tototlán, el alcalde de Guadalajara es más tapatío que muchos que nacieron aquí y es amante y defensor de las tradiciones de la ciudad –rescatar la historia del Puente de las Damas es un ejemplo– y no sé si estará obligado a darle la puntilla a una de esas grandes tradiciones y concretar la desaparición de las calandrias o aún está a tiempo de corregir uno de los grandes errores de esta administración.

En aquella presentación de su libro, Ibarra Pedroza agregó: “Fue la primera obra pública de la historia de nuestra ciudad que se levantó gracias a la participación ciudadana, gracias al esfuerzo de un grupo organizado de mujeres tapatías, la Congregación de Damas del Señor de la Penitencia de Mexicaltzingo, que con la autorización de la jerarquía eclesiástica, reunieron los recursos necesarios para costear la construcción del puente”.

Hoy Enrique Ibarra encabeza un gobierno que ofendió a una grey católica a la que pertenecen quienes sucedieron a aquellas mujeres tapatías –siglos después– con la instalación de una obra –Sincretismo– que tuvo un costo millonario –más de 5 millones de pesos– que salieron del erario, algo similar a lo que hicieron aquellas damas de esa Congregación, sólo que ahora a través del pago de impuestos, y que también ha generado el enojo de la jerarquía eclesiástica.

Recurro sólo a estos dos ejemplos de actos de autoridad que lastimaron a una parte importante de la sociedad tapatía –y en el caso de las calandrias no sólo me refiero a quienes las conducen y se oponen al nuevo modelo y se pusieron en huelga de hambre, sino a los ciudadanos en general que han manifestado su posición en contra de su desaparición–, para subrayar ese reto que tiene Enrique Ibarra Pedroza para hacer historia en sólo nueve meses.

Una de las máximas aspiraciones de Ibarra Pedroza fue gobernar Guadalajara. Hoy tiene esa oportunidad. La duda es: ¿gobernará o simplemente administrará lo heredado?

Guardada toda proporción no sólo entre los gobernantes sino en los tiempos y el espacio, Enrique Ibarra debe guiarse por el espíritu de quien fue su maestro como político y gobernante: don Arnulfo Villaseñor Saavedra, por mucho el mejor presidente municipal que ha tenido Guadalajara, y de cuya planilla como regidor formó parte en el trienio 1980-1982.

Eso significa conducirse en sentido opuesto a como lo hizo quien le antecedió en el cargo: con prudencia, sin derroche de recursos públicos, con sensibilidad, con paciencia para escuchar la voz de los ciudadanos y no enfrentarse a ellos…

Enrique Ibarra tiene ese enorme reto, para no dar pie a aquella famosa frase de que “el que gobierna está en palacio, pero el que manda vive enfrente”.

ES TODO, nos leeremos ENTRE SEMANA.

JJ/I