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¡Echen las bibliotecas al tren!

A mí me encantan las posibilidades de las nuevas tecnologías y sé que, como en todos los órdenes de la existencia, podría hacerse mucho pensando más e intentado innovar, y no sólo copiando y adaptando precariamente a nuestro medio, como es lo usual. Pero hay urgencias, y ésta es una de ellas. Hay un modelo que, aunque me contradiga con el enunciado anterior, quisiera que se copiara de inmediato y ya después que encuentre su modo a la tapatía, porque somos expertos en adaptaciones, sobre todo en las extralógicas.

Sucede que el Metro de Santiago de Chile tiene un servicio de préstamo de libros llamado Bibliometro… pero no se crea que es como ha sucedido aquí, la puesta de un exhibidor reciclado y cucho para que alguien tome un libro y haga lo que quiera, venderlo o hasta leerlo. No, en Santiago hay máquinas dispensadoras que funcionan por suscripción, como una biblioteca a préstamo… Pero eso no es lo novedoso, bueno, es que para nosotros sí lo sería… El hecho significativo y nuevo es que en Santiago se inauguró la semana pasada un sistema de paneles de libros electrónicos en las estaciones del metro que complementan el servicio tradicional: los paneles tienen una selección de cubiertas con códigos QR para escanear y descargar a préstamo el libro de la imagen, sin costo, con la posibilidad de leerlo durante 17 días y una prórroga de siete. Así de sencillo.

También, a través del teléfono o de una tableta y usando una app, es posible acceder a más 25 mil títulos de la Biblioteca Pública Digital del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Chile, en formatos electrónicos y audiolibros (ePub, PDF, MP3, etc.). Los paneles recién inaugurados son 23 por el momento en la red de Metro, que cuenta con 55 mil lectores activos. El sistema de préstamo convencional se inauguró en 1996 y hasta la fecha ha prestado 5 millones de libros. Tan sólo en 2017 se prestaron 300 mil ejemplares, cifra que la convierte en la primera biblioteca del país austral.

Por ahora poco esperaremos que cambie en nuestro entorno, pues lo más avanzado que tenemos en el Siteur es la Sala de Lectura Moviletras, una improvisada, precaria y triste sala, por llamar así a tres asientos y un puñado de libros ajados, con una o dos funciones diarias de cuentacuentos. ¡Oh, cuánto atraso y paternalismo!

@LibracoFP

JJ/I