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La simulación de Elon Musk II

Imagine que su casa, su ciudad y todo el mundo que habita, al igual que su cuerpo y sus seres queridos, son en realidad una secuencia de unos y ceros. Usted y su vida entera son producto de un algoritmo.

Como comenté en la columna pasada, Elon Musk, el dueño de Tesla y SpaceX, considera que es muy probable que existamos bajo estas condiciones, es decir, algo así como personajes de un videojuego.

La premisa se basa en la teoría de que civilizaciones más avanzadas serían capaces de crear tecnología que emule a la realidad, por lo que entonces diseñarían sofisticados programas de computadora que recreasen civilizaciones o épocas del pasado. Nosotros podríamos estar habitando uno de esos miles o millones de programas.

Incluso, puede que varias de esas simulaciones se desarrollen a tal grado, que conciban otras simulaciones dentro de ellas mismas, como una matrioshka dentro de otra más grande que a su vez está dentro de otra.

Nick Bostrom, el filósofo sueco que inspiró a Musk, publicó en la revista Philosophical Quarterly que al menos una de estas tres suposiciones es cierta: 1) las probabilidades de que nos extingamos antes de que seamos tecnológicamente capaces de crear simulaciones son muy altas; 2) las civilizaciones que llegan a una estadía posthumana están desinteresadas en crear simulaciones del pasado; o 3) vivimos en una simulación.

Aunque varios filósofos de la antigüedad y el mismo padre de la filosofía moderna, René Descartes, coquetearon con la posibilidad de que no existiera el mundo material, uno de los más reconocidos por negar totalmente la materia física pese a la capacidad de sentir fue el obispo irlandés George Berkeley.

Berkeley pensaba que los seres humanos no poseíamos cuerpo, sino que somos solo espíritus que perciben sensaciones y emociones generadas por dios, quien funcionaría como una especie de supercomputadora que inserta el software y nos hace experimentar todas esas cosas que denominamos realidad.

Un paseo por la historia del pensamiento idealista es indispensable para entender por qué no es tan descabellado que Elon Musk, un excéntrico magnate que dirige compañías tecnológicas y además sale con celebridades, llegó a acercarse a las ideas de Bostrom y a magnificarlas.

Los desarrollos tecnológicos actuales nos acercan cada vez más a la creación de sistemas convincentes de realidad virtual, en los que uno puede sumergirse en mundos posibles sin moverse de lugar. ¿Qué tan distinto sería eso de una simulación?

Sin embargo, al no haber realmente evidencias documentadas, glitches o errores en el código de programación del mundo que supuestamente habitamos, la teoría sigue siendo solo una posibilidad. Tampoco sabemos si la inteligencia artificial que estamos desarrollando será algún día capaz de ser consciente.

No obstante, para entender cómo los poderosos moldean al mundo, el pensamiento de Musk, como el de cualquier otro influyente actor de la industria tecnológica, debe ser examinado críticamente junto con su actividad empresarial.

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JJ/I