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Un México violento
Porque nos la quitaron
México es el segundo país con mayores índices de obesidad en adultos. A nivel infantil, somos el primer lugar e, irónicamente, el fenómeno convive con el problema de la desnutrición crónica que aqueja a comunidades vulnerables.
Desde inicios de esta década, los gobiernos han emprendido medidas para revertir esta tendencia. Las políticas públicas han ido desde campañas informativas hasta aumentos de impuestos a alimentos chatarra y legislación para alejarlos de las escuelas, así como deducciones por consultas al nutriólogo. Falta tiempo para evaluar los resultados.
La obesidad es el mayor reto de salud. Es un problema tan complejo que requiere de todas las perspectivas posibles. Desde el ámbito científico y académico, debemos estudiarlo no sólo en la química de los alimentos o la genética de nuestros cuerpos, sino que también hay claves en las neurociencias, la psicología, la sociología y la política.
Lo cierto es que no hay ningún país que haya revertido el sobrepeso y la obesidad. Si acaso hay algunos que resisten, es decir, que se mantienen delgados. Pero en términos generales, podría decirse que todo el mundo está engordando. Recientemente, Nature publicó que, en 33 años, el índice de masa corporal (IMC) subió en 200 naciones. En promedio, cada persona subió entre 5 y 6 kilogramos.
Uno de los hallazgos también fue que en las áreas rurales, el alza en el IMC se aceleró más que en las ciudades. Los expertos señalan que podría deberse a que los alimentos sanos son más caros y a que hay menos opciones para ejercitarse y quemar calorías. Es irónico e injusto que, pese a que el campo es el que produce la materia prima que nos alimenta, la gente que ahí habita termina pagando más por consumir comida natural y saludable.
Corea del Sur y Japón son los que tienen menores índices de sobrepeso y obesidad. Parece ser que una de las claves es que la comida tradicional es más popular que los alimentos industrializados y las fórmulas importadas de grasa y azúcar.
¿Qué podríamos decir de México? El panorama es heterogéneo. Por un lado, la población valora la comida tradicional, o al menos algunos platillos, pero también han triunfado los empaquetados y la guzguera de cadenas extranjeras de comida rápida. Algunos han señalado una relación entre la entrada en vigor del TLC y la explosión de la obesidad.
Lo que sin duda es imperante es que comience a desarrollarse una “ciencia de la obesidad” específica en nuestro contexto, en la que de una manera transdisciplinaria se busquen las directrices que nos ayuden a conocer mejor y a la postre, a resolver este problema.
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JJ/I