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La vida en ‘el norte’

La vida académica y los estudios que la misma conlleva me han permitido conocer de primera mano las historias de hombres, mujeres e inclusive familias que han emigrado y las grandes dificultades que enfrentan. La vida en el norte es difícil, comenta Juan, “la gente cree que venimos a barrer los dólares, aquí (en Estados Unidos) es trabajar, trabajar y trabajar”.

Migrantes como Juan enfrentan muchos retos cuando llegan a la unión americana, particularmente cuando emigran de forma irregular, como lo hace la gran mayoría. Muchos inician con lo poco que llevan y con la solidaridad que encuentran, progresando o no, conforme a los recursos que adquirieran. Un ejemplo es el hacinamiento en que llegan a estar algunos migrantes; casas en las que viven hasta 20 personas. Cuando consiguen trabajo y mayores ingresos, su primer anhelo es tener un mejor lugar para vivir, principalmente los hombres que son casados, porque quieren reunir a la familia que está en México e incluso quienes ya tienen a la familia en esas condiciones de hacinamiento.

En el discurso de algunos políticos en Estados Unidos enfatizan que los migrantes le quitan empleo a los estadounidenses y recursos al gobierno. Sin embargo, a ellos les queda claro que los trabajos que tienen son rechazados por la población nativa, porque son trabajos de bajos salarios y condiciones precarias.

En diversas ocasiones el gobierno ha intentado incorporar a los estadounidenses a estos trabajos, principalmente en la agricultura; no obstante, los agricultores se quejan de la pérdida de sus cosechas al no conseguir trabajadores estadounidenses. Existen estados como California en que más de 50 por ciento de los trabajadores agrícolas son migrantes. En otros sectores de la economía tienen una importante participación, es decir, la industria de la construcción, la manufacturera y en los servicios también son demandados. Paradójicamente la población migrante es la que menos recursos recibe del gobierno estadounidense, principalmente latinos. Juan dice: “Yo nunca le he pedido dinero al gobierno, yo vine a trabajar”.

En la actualidad, el clima antiinmigrante que provocan las declaraciones del presidente Trump causa preocupación entre la población migrante en general, pero particularmente a la mexicana, convirtiéndola en el blanco de ataques verbales, y lo que es peor, legitima acciones y manifestaciones de racismo y violencia contra ellos, desde detenciones arbitrarias en escuelas y centros de trabajo, pasando por operativos de redadas, hasta tiroteos como el acaecido en El Paso, Texas, que conmocionó a la población tanto estadounidense como mexicana. Sin embargo, no todo es hostil; además de las muestras de solidaridad de organizaciones civiles americanas y de algunos políticos al crear ciudades y estados santuario en el vecino país, tienen ahora una gran esperanza con las recientes declaraciones del secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, quien informó que a través de los consulados se apoyará y defenderán los derechos de los migrantes.

Esta declaración marca un compromiso muy importante del gobierno mexicano con los connacionales, ya que tendrá que defender a las familias que se separan por causa de las deportaciones, a los migrantes que se arrestan en su lugar de trabajo o en las redadas realizadas afuera de las escuelas de los hijos; a los migrantes que no llevan un proceso legal en las deportaciones; a los niños, niñas y adolescentes que tienen el derecho a la doble nacionalidad, por sólo mencionar algunos retos del gobierno que considera héroes a los migrantes que envían remesas. Todos anhelamos un buen éxito a este compromiso del gobierno mexicano.

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JJ/I