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Pudor y liviandad

Dualidades dignas de Monsiváis.

Mientras que el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, emprendió una serie de medidas en el estado para ampliar el alejamiento social en el marco de la pandemia del Covid-19, el presidente Andrés Manuel López Obrador representó esos días la otra cara de la moneda y sus discursos han bordeado la negligencia.

Carlos Monsiváis nos regaló un libro de crónicas escritas entre 1977 y 1987 llamado Escenas de pudor y liviandad. Ahí, en voz de su editor, retrata “el pudor al que incita la ausencia de público, la mudanza de costumbres a la que obligan la época y la demografía, y la cultura popular urbana, o como quiera llamarse a eso que es a la vez realidad viva para millones de personas, nostalgia inducida, efectos de las personalidades únicas colectivas al proceso de modernización”.

Letras que describen puntualmente nuestro acontecer actual. En estos primeros días de reclusión voluntaria, cada uno de nosotros ha experimentado un radical cambio de ritmo laboral, familiar y emocional. Esta “mudanza de costumbres” nos pone ante el reto de estar aislados físicamente, pero hipercomunicados a través de nuestras herramientas digitales.

En ese marco recibimos señales cruzadas. Nuestros líderes políticos (gobernador y presidente de la República) se contradicen entre sí.

De esa manera, debemos escoger cuál es la mejor opción para enfrentar la pandemia. Y, hasta donde entiendo, así no es la cosa. Debe existir una política coordinada, una dirección, SÓLO UNA, para enfrentar la contingencia.

El pudor de Enrique

El gobernador afirmó el lunes pasado: “No vamos a quedarnos con los brazos cruzados, no podemos seguir dejando que, ante la falta de decisiones generales, las regiones de México estén a expensas de las circunstancias que estamos viviendo en el país. Vamos a tomar decisiones, Jalisco las está tomando”.

Con ese tono y con diversas acciones, Alfaro Ramírez ha convocado desde hace dos semanas a adelantarse a las medidas federales. Su argumento, sólido, es que tales disposiciones están alineadas a lo dictado por la Organización Mundial de la Salud.

Así, metafóricamente, llama al pudor.

La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define pudor como “honestidad, modestia, recato”. Acaso es el sentimiento que evita hablar con otras personas. Es decir, refugiarse dentro de nuestra moral y en este caso… de nuestras paredes. El mejor ejemplo: el resguardo voluntario.

Liviandad de Andrés

El fin de semana pasado, el presidente subió en sus redes un video en el que dijo textualmente: “Vamos hacia adelante y no dejen de salir. Todavía estamos en la primera fase. Yo les voy a decir cuando no salgan. Si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, pues sigan llevando a la familia a comer. (…) No hacemos nada bueno, no ayudamos, si nos paralizamos sin ton ni son, de manera exagerada”.

Hay que matizar: el video lo tumbaron de la cuenta del presidente durante el lunes. La otra, ayer en la mañanera se informó que México ya entraba en la segunda fase por la contingencia contra el Covid-19.

Pero… con ese tono y al mantener su agenda pública, López Obrador sigue pensando que las críticas vienen de sus adversarios, quienes buscan dañarlo. También afirma que ha combatido el “amarillismo” de los medios de comunicación y las “mentiras” en la cobertura sobre el coronavirus. Su argumento no es técnico. Es político y mediático.

Así, literalmente, llama a la liviandad.

La segunda acepción del diccionario de María Moliner define liviandad como “calidad o acción superficial, frívola, poco complicada, poco seria o de poca importancia”. Luego entonces... el mejor ejemplo de liviandad es el presidente de México.

Twitter: @cabanillas75

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