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La lucha triple AAA (AMLO, Anaya y Alfaro)

La democracia es, idealmente, el gobierno de un poder visible, sin embargo, la política se sustenta en los arreglos ocultos, en la secrecía de la negociación y en el capital que ésta produce; lo han dicho los teóricos desde hace cientos de años y lo corrobora la realidad. Es imposible saber lo que se acuerda en un encuentro entre poderosos, pero los resultados de esas concertaciones se pueden detectar con cierta facilidad. 

Más allá de ataques y confrontaciones mediáticas, Enrique Alfaro, Dante Delgado y Movimiento Ciudadano (MC) –contrario a lo que muchos se empeñan en creer–, han sido una oposición cómoda para el presidente López Obrador en esta primera parte del sexenio. 

En primer lugar, porque no se han sumado a la alianza opositora, esa que encabeza el PAN, el contrincante que AMLO eligió para librar sus batallas diarias, y, en segundo, porque MC le ha ayudado de forma indirecta a Morena en términos electorales, fragmentando el voto opositor en importantes segmentos clasemedieros urbanos, tal como ha ocurrido en Jalisco y Nuevo León. En la lógica del presidente es mejor que estas entidades estén en manos de MC que del PAN o del PRI. 

Aunado a lo anterior, podemos decir que a Enrique Alfaro le ha caído como anillo al dedo la embestida del gobierno federal contra Ricardo Anaya, quien es el candidato de la oposición más visible, el que le hace ruido al presidente, el que encabeza las encuestas internas del PAN –ningún priista o perredista pintan en la lista–, sin embargo, Alfaro, que hoy registra números desfavorables en la encuesta nacional del periódico Reforma, estaría jugando a montarse en una gran alianza ciudadana –de la mano de empresarios (algunos nacionales) y algunos líderes de opinión–, que pudiera darle posibilidades en caso de que Anaya caiga en el bote o en la desgracia política. Hoy Alfaro juega al lado del presidente. 

El nuevo embate de la Fiscalía General de la República contra Anaya, el segundo desde 2018, se presenta en una coyuntura especial y no tan casual, en Jalisco. Aquí, la Universidad de Guadalajara y el gobierno del estado, es decir, Raúl Padilla y Enrique Alfaro, están enfrascados en una nueva confrontación después de tres años de paz y camaradería. El choque se da, en apariencia, por agendas que tienen que ver con presupuesto, predios, daño ecológico, auditorías y autonomía universitaria, sin embargo, lo que podría estar detrás de todo es la negativa de la universidad de regresar a las aulas en estos primeros días de septiembre, quizá, una de las promesas de Alfaro al presidente de la República en uno de sus más recientes encuentros. 

No lo sabemos de cierto, pero podemos suponer que AMLO y Alfaro tienen un arreglo momentáneo y muy concreto que incluye la confrontación con la universidad y con su líder máximo, pleito que estaría siendo aprovechado para sacar todos los trapitos al sol que se tenían guardados en el reciente trienio, de un lado y de otro. 

Es lógico pensar que el telón de fondo de todo esto es 2024. Si Alfaro se sostiene en su intención de ir como tercero en discordia en la próxima contienda presidencial tendrá el trato que hasta hoy ha tenido de parte del presidente, tenso, pero con espacios para los acuerdos. Por el contrario, si las circunstancias lo acercan a la alianza opositora (PRI-PAN-PRD) o ponen en riesgo la sucesión de quien sea el o la candidata de Morena, el presidente dejaría de sentirse cómodo con Alfaro y MC, con todo lo que esto implica. 

Por lo pronto, AMLO y Alfaro juegan del mismo lado, tienen “adversarios” comunes, les conviene dejar fuera de combate a Anaya, controlan sus respectivos espacios de poder, “le traen ganas” a la Universidad de Guadalajara, ambos por razones históricas y políticas, más que coyunturales, y tienen agendas paralelas. Veamos cuánto dura esta caída y quién sale victorioso de ella. 

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jl/I