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El otro López de Tabasco

Su nombre no apareció en el mapa político de México sino hasta pasado el 26 de agosto, cuando López Obrador lo nombró sucesor de Olga Sánchez Cordero como titular de la Secretaría de Gobernación. Adán Augusto López Hernández era, hasta ese momento, gobernador del estado de Tabasco –tierra natal del presidente–, de ahí en fuera, su nombre era una gran incógnita.

Hoy, tan sólo cinco meses después, este otro político tabasqueño con poder real en el gobierno federal es una referencia obligada en los pasillos de la Cámara de Diputados y del Senado de la República, en las oficinas de los partidos de oposición y en las charlas de periodistas y comentaristas. Incluso, en días recientes su nombre fue incluido por algunos medios y analistas en el reducido grupo de aspirantes de Morena a la Presidencia de la República junto con Ebrard, Sheinbaum y un cada vez más lejano Monreal.

Sabemos que el nuevo titular de Gobernación no es un improvisado ni otro líder carismático tropical. Contrario a López Obrador, Adán Augusto López Hernández tiene una sólida formación académica, es licenciado en Derecho por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, hizo estudios en Derecho Comparado y una maestría en Ciencia Política en la Universidad Panthéon Assas de París. Además, de la experiencia adquirida en la función pública y en su paso por el gobierno de Tabasco.

López Hernández entró a Bucareli por la puerta de atrás, con un bajo perfil, lejos de los reflectores y las cámaras, pero rápidamente comenzó a mostrar su destreza, trabajando de forma consistente en labores inherentes a la dependencia que su antecesora había descuidado de manera inexplicable, ante la complacencia del titular del Ejecutivo, la principal: tender puentes con la oposición, con los empresarios y con los actores que no pesaban en su estrategia política y no juegan como aliados del gobierno federal.

Los primeros resultados de su gestión se sintieron de forma inmediata, en voz de los propios legisladores de oposición que confirmaban que el cambio en Gobernación era un acierto y que su nuevo titular estaba generando acuerdos políticos y “construyendo”. Apenas se instaló en su oficina en el Antiguo Palacio de Cobián y el tabasqueño Adán Augusto se reunió con los integrantes de la Junta de Coordinación Política que preside el “morenista” Ricardo Monreal, un político que ha sido muy incómodo para el presidente y que se movía con absoluta libertad y autonomía en el Senado ante la displicencia e indolencia de algunos interlocutores de peso, entre ellos, la misma Sánchez Cordero.

Los actores de la oposición que se han sentado a dialogar con López Hernández comparten una visión positiva de él, hablan de un político con carrera parlamentaria, con oficio, firme al momento de tomar decisiones, pero respetuoso y, sobre todo, abierto al diálogo. Así, la llegada de López Hernández al gobierno federal podría ser una buena noticia para el presidente en dos sentidos: apaciguar la lumbre que AMLO se había encargado de azuzar con su estrategia de polarización y despresurizar la agenda política del país que se encontraba saturada y a punto de desbordarse.

Además de abrirle las puertas a la oposición, López Hernández ha dejado claro que hoy, por fin, existe un secretario de Gobernación, después de tres años perdidos. Un hombre de Estado que escucha a los de enfrente, pero que manotea en la mesa cuando es necesario, trátese de las y los senadores o diputados de su propio partido.

Es claro que López Obrador no va a cambiar su estilo personal de gobernar y comunicar, pero con la llegada de su paisano a Gobernación los escenarios coyunturales podrían ser menos riesgosos para él, para el gobierno y para el país, pues ante la cerrazón de López Obrador está la apertura de López Hernández.

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