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La Jornada de Oración por la Paz

La Jornada de Oración por la Paz organizada por la Iglesia católica coloca en la agenda pública la necesidad de revisar para adecuar o modificar las políticas gubernamentales de seguridad; confirma que ningún sector, institución o grupo del país está a salvo de la violencia; moviliza desde su fe a un relevante número de mexicanos; también, como acto que no deja de ser político, hace notorio su poder masivo de convocatoria; responde durante la jornada a las críticas presidenciales, que la consideró “apergollada” a las élites del poder; muestra a una iglesia menos pasiva ante la grave problemática de inseguridad; reclama justicia no sólo para los sacerdotes, religiosos y religiosas asesinadas, pues incluye al resto de victimados; y llama a que se abran espacios de diálogo para ir construyendo la paz. 

La jornada que este domingo empezó, pone en primer plano que nadie, por sí solo, podrá pacificar el país si no se articulan las diferentes fuerzas, visiones, recursos y objetivos. La inseguridad es un problema de todos. 

De nada sirven para construir la paz las posturas: 1) pasivas, individuales o colectivas, institucionales o no, que mientras no resultan afectadas son frías observadoras de las oleadas de agresiones; 2) que mantienen solo las críticas y no son propositivas, que viven en la quejumbre sin compromiso; 3) que vilmente utilizan a las víctimas para jugar política y electoralmente a su favor, como sucede con los partidos; 4) que ignoran los clamores indignados de paz y justicia presentes en todas las regiones del país; 5) las posiciones cerradas a cualquier modificación de sus decisiones, como ocurre con los gobiernos federal, estatales y municipales; 6) que no son autocríticas de lo que han hecho o dejado de hacer para reconstruir el desmembrado tejido social de nuestra nación, en el caso de instituciones, organismos y fuerzas de todo tipo, incluidas las iglesias; 7) que dejan fuera a las víctimas de la violencia y sus familias, cuando es prioritario cobijarlas. 

El asesinato de los dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua es posible fermento para la paz en esa entidad y el país. La convocatoria a la Jornada de Oración por la Paz de la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús tiene como apuesta “el diálogo social para construir un camino de justicia y reconciliación que nos lleve a la paz”, quiere “abrir horizontes de diálogo para construir la paz”, frente a un problema que identifican como complejo y que necesita de todos y todas para atenderlo desde la raíz.  

La Iglesia católica, entendida como institución, puede ir más allá al respaldar solidariamente, con otras acciones, demandas como las impulsadas por las familias de los desaparecidos. Por ejemplo, invitarlas a mostrar en espacios religiosos sus demandas y las imágenes de las víctimas, como ya está haciendo la propia iglesia con los sacerdotes y religiosos sacrificados. Implica tomar partido empático, fraternal, samaritano. Sin ser los únicos, ejemplos de acompañamiento son el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro y los trabajos pastorales católicos con migrantes. 

Con un país tan ensangrentado y que padece dolorosos lutos, es necesario sacar la problemática de la seguridad pública de la lógica de los pleitos por espacios de poder partidista, para situarla en el marco de una movilización nacional de la ciudadanía por la paz. Se trata de sumar y unificar a la mayoría del país, con acuerdos claros, sin que nadie se arrogue poseedor de la verdad única e irrebatible. 

El camino de la escucha respetuosa, atenta y solidaria podría conducir a una plataforma nacional de acciones por la paz. Hay un resquicio entreabierto. 

Twitter: @SergioRenedDios

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