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Cuatro alfiles

Estamos a unos meses de las definiciones políticas necesarias para tener a los candidatos a la gubernatura de Jalisco. Hoy, el pragmatismo y la coquetería se cotizan al alza. 

Destacan cuatro con alguna posibilidad real de competir: Pablo Lemus, Pedro Kumamoto, Carlos Lomelí y Ricardo Villanueva. 

Hasta ahora, Lemus cabalga sin oposición real hacia Casa Jalisco. Sin embargo, el camino todavía no es confortable y tiene amenazas: un candidato “ciudadano” fuera de Movimiento Ciudadano (MC), una clara rivalidad con el grupo de poder alrededor del gobernador, un Alfaro cada vez más extraviado que pueda ser un ancla demasiado pesada, una inseguridad que descompone cada vez más la opinión pública y la apertura de más conflictos políticos que desgasten antes de tiempo su postulación. 

Lemus padece la tentación de destacar. Pablo es extrovertido, le gusta mucho los medios y la posibilidad de que se inmole es real. Su habilidad de comunicación tiene doble filo: lo puede llevar al estrellato o a desbarrancarse. En sus círculos internos le preparan discursos y tratan de cuidarle la espalda, pero todo el tiempo huye del huacal. 

Hay muchos temas que pueden salir de sus manos: el manejo de la basura, la Villa Panamericana, Iconia y los conflictos inmobiliarios que se sumen, la pelea con la Universidad de Guadalajara (UdeG), la violencia cada vez más descontrolada… agregados y conexas. 

Aunque sea la opción más rentable para Alfaro, no es necesariamente su candidato. Esto nos trae a la palestra a personajes que no emocionan ni al más aguerrido naranja: Alberto Esquer, Clemente Castañeda o Salvador Zamora. 

Luego sigue, no en orden de posibilidades, Kuma. Su perfil es un polo de atracción importante pero su partido todavía no se consolida de cara al futuro. Sus derrotas electorales para el Senado y para Zapopan desvelan que le falta todavía hacer una estructura partidista sólida para ser competitivo. 

Sus posibilidades podrían aumentar considerablemente si es capaz de sumar otras entidades políticas contrarias a su ética y de las que reniega: Morena o Va por México. Sin ellas, no hay modo. 

Por otro lado, Lomelí es un candidato radiactivo. Tiene el dinero y el partido correcto para competir, sin embargo, sus polémicos antecedentes, su descarada aspiración al poder y su angustiosa rentabilidad política (ha perdido todas las peleas electorales directas) hacen que Morena se encuentre olfateando otras opciones. 

Es aquí que llegamos al rector de la UdeG. Villanueva es la figura pública de oposición más notable de Alfaro. Su participación asertiva y generosa durante la pandemia lo catapultó. Sin embargo, sigue eclipsado por Raúl Padilla. Ese vínculo y sus antecedentes tricolores lo condicionan. 

Al igual que Kumamoto, no tiene todavía un partido político con una estructura lo suficientemente grande para darle una aspiración realista (tanto Futuro como Hagamos son apuestas a largo plazo). 

Pero las estrellas se están alineando. La foto tomada este fin de semana con Mario Delgado hace que lo impensable se asome: ser el jinete de los guindas y su potente estructura hacia la gubernatura. No sólo eso, con el pragmático interés de quitarles a los naranjas su bastión, puede sumar las agrupaciones políticas que viven en Zombieland: PAN, PRI y PRD. 

Tiene y hace sentido. Todavía se necesita remendar mucha tela y construir puentes hasta ahora dinamitados (AMLO y Grupo UdeG). Es una chamba compleja en un entorno de enorme desgaste: con Alfaro mordisqueando a cada paso y usando a IndatCom para la guerra sucia digital que ya funcionó ante el propio Villanueva. 

Si estos candidatos son prácticos elegirán adherirse o lanzarse según sus posibilidades ante un electorado cada vez más cansado de los nuevos políticos… de siempre. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I