En el libro El mundo y sus demonios, del divulgador científico Carl Sagan, se hace mención de una preocupante paradoja de nuestros días: la ciencia y la tecnología tienen un papel cada vez más preponderante; sin embargo, son cada vez menos las personas que entienden qué son y cómo funcionan.
Un fragmento del libro afirma: “Hemos preparado una civilización global en la que los elementos más cruciales –el transporte, las comunicaciones y todas las demás industrias; la agricultura, la medicina, la educación, el ocio, la protección del ambiente e incluso la institución democrática de las elecciones- dependen cada vez más profundamente de la ciencia y la tecnología. También hemos dispuesto las cosas de forma que nadie las entienda. Eso es garantía de desastre. Podríamos seguir así una temporada pero, antes o después, esa mezcla combustible de ignorancia y poder nos explotará en la cara”.
Lo mismo cabe afirmar respecto al conocimiento de los factores ambientales, sobre los cuales el nivel de incultura es alarmante. Si bien, el porcentaje de interés sobre estos temas ha crecido en las últimas décadas, particularmente por efecto de procesos globales como el calentamiento global, la desaparición de bosques y la extinción de especies, la percepción del público y de los tomadores de decisiones parece estacionada en temas relativamente superficiales: el reciclaje, las reforestaciones en temporada de lluvias, el tratamiento de aguas negras y la educación ambiental con niños, que son, según una frase muy extendida: el futuro.
El enfoque se pone en el final del proceso, en la manifestación de los problemas, donde es ya poco lo que se puede hacer. Pero el énfasis debe darse en las causas: en el cambio en los hábitos de consumo y en crear una legislación sobre empaques, para evitar la proliferación de bolsitas de plástico y embalajes innecesarios, que se transforman casi de inmediato en basura; en la creación de bosques que produzcan madera en condiciones certificadas, en la conservación efectiva de zonas clave para la recarga de agua (como el bosque de La Primavera, las sierras que rodean el lago Chapala, y el nevado de Colima, por mencionar unas cuantas); en la separación de aguas de lluvia y de drenaje y en evitar la contaminación provocada por industrias y la producción agrícola, por mencionar unos pocos temas.
Hay un esfuerzo incompleto, que requiere ser atendido con urgencia para salir del preescolar del conocimiento ambiental y pasar a los niveles superiores. No es un asunto opcional, vamos en carrera contra la degradación y la ignorancia.
*Alejandro Juárez .Consultor internacional en conservación y manejo ambiental; director del Instituto Corazón de la Tierra.









