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Salud mental y accidentes viales

Aunque las autoridades federal y estatales han abandonado oficialmente el concepto negativo de salud que la define como la “ausencia de enfermedad” por el concepto positivo de “estado de bienestar que experimenta una persona producto de su buen funcionamiento físico, psicológico y social y que le permite afrontar las presiones normales de la vida, desarrollar óptimamente sus actividades productivas, establecer satisfactorias relaciones interpersonales y realizar contribuciones a su comunidad”, planteado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para supuestamente orientar sus políticas públicas, lo cierto es que los esfuerzos económicos y los trabajos cotidianos de las instituciones públicas de salud se realizan principalmente para que las personas se recuperen cuando están enfermas físicamente y que en el corto plazo no se mueran, sin importar realmente la promoción de la calidad de vida de las y los ciudadanos y que luego también va a favorecer que no se enfermen o mueran pronto.

Es también necesario trabajar con una concepción de salud integral, pues así lograríamos mejores resultados. Y podemos poner un ejemplo: para prevenir los accidentes viales que generan muertes, discapacidades y pérdidas económicas, en los últimos años se ha venido implementando con buenos resultados las evaluaciones sobre el consumo de bebidas alcohólicas a las y los conductores de automotores para así evitar que conduzcan alcoholizados.

Sin embargo, las autoridades se olvidan de los accidentes viales (también de los laborales), así como de los generados por posponer en demasía el dormir y descansar adecuadamente, por el consumo de drogas, por conducir sumamente estresados por las prisas y aquellos que se deben a las condiciones psicológicas inadecuadas de las personas para operar un automotor (en otros países ya se aplican evaluaciones psicológicas para determinar si se le puede otorgar una licencia para conducir a una persona). No tenemos por qué conformarnos con algunos buenos resultados si todavía podemos obtener mucho mejores.

No es fortuito que los accidentes viales se incrementen muy significativamente en los fines de semana. En las madrugadas de los sábados y domingos es detectable un mayor consumo de bebidas alcohólicas, pero también es cuando las personas retrasan significativamente su dormir y descanso, lo que afecta sus procesos cognitivos, sensorioperceptuales y sus habilidades psicomotoras; si combinamos ambas situaciones los resultados, en muchos casos son trágicos.

Hoy es imperdonable que las secretarías encargadas de la vialidad y el transporte no tengan unidades de psicología de la movilidad.

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jl/I