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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Un gran éxito del “nacionalismo revolucionario” emanado de la explosión social armada de 1910 o, si se prefiere, de 1914 fue abrazar la idea de que el Estado requería controlar elementos básicos de la vida en sociedad de los mexicanos.
La mayor parte de la actividad económica debía depender de aquello que llaman iniciativa privada, aunque a veces resulta más bien privada de iniciativa…
Quedó bien establecido que el mejor camino era dejar el paso franco a la mayor parte de las actividades, a excepción de las que resultaban vitales: comunicaciones, electricidad, carreteras, combustibles, agua, educación, etc., que debían de estar regidas con criterio oficial.
Bien claro lo vemos ahora en España, por ejemplo, con empresas que también se colaron en México, lo nocivo que resulta que ciertas actividades pasen a manos privadas, como es el caso de la producción y la distribución de la energía eléctrica. Por fortuna el gobierno actual les paró los tacos e impidió que se adueñaran por completo de dicha actividad.
Supongo que antaño fue un error salvar de la quiebra muy diversas empresas, con la intervención de la famosa Nacional Financiera, empresas que por sus malos manejos, debidos al dolo o a la incompetencia, entraban en franca decadencia. La idea era evitar que se perdieran tales fuentes de trabajo... pero el resultado salió muy caro a veces.
Las hubo, es cierto, que gracias a la intervención del Estado se pusieron a flote y hasta generaron pingües beneficios. Tal fue el caso de aquella famosa fábrica de bicicletas llamada Bimex. Pero en general, tales rescates resultaron contraproducentes. El más aparatoso caso fue el de aquella gigantesca cadena hotelera que fue abandonada a manos del Estado por aquel personaje de sospechosa conducta llamado César Balsa, quien finalmente salió muy beneficiado con la operación.
Pero en lo que se refiere a empresas fundamentales, cuya principal función no era ganar dinero, sino ofrecer un servicio a la ciudadanía, en términos generales podemos decir que el Estado mexicano cumplió con decoro.
Fue sin duda Carlos Salinas de Gortari quien empezó a voltear el chirrión por el palito, empezando por los bancos, nacionalizados anteriormente por López Portillo. Con obscuras maniobras Salinas los fue cediendo a empresas extranjeras. Lo hecho sigue dañando seriamente al país. Ojalá que en el próximo sexenio se meta en cintura a tan voraces expoliadores…
De seguir con la inercia que se fue descarando cada día más, podemos suponer que la paz interna de la República estaría mucho más violentada de lo que está.
Tengo para mí que es verdadero el aserto de que los mexicanos, en 2018, se levantaron en urnas, pero que de haberse planteado la situación diferente, quizá se habrían levantado en armas. No era para menos el empobrecimiento general en beneficio de unos cuantos que se había ido estableciendo desde 1988.
Muchos de quienes se la viven denostando al actual gobierno, sin dejar de reconocer algunas buenas metidas de pata, tal vez hubieran tenido que abandonar todo a causa de un alzamiento general. El impulso de los estratos más bajos de nuestra sociedad, “haiga sido como haiga sido”, le dio un respiro importante a millones de personas y, además del reparto de dinero entre ellos, como es el caso de la gente mayor, dio por resultado que ésta derramara también recursos en ámbitos rurales y barriales que se estaban ahogando y les diera un buen respiro económico.
Téngase presente que este dinero que reparte el gobierno entre la gente mayor, procedente de la corrupción que se ha eliminado, lo mismo que el de las famosas y lamentables “remesas” que vienen del norte, se distribuye mayormente entre los más amolados.
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jl/I