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Los López amparándose
Porque nos la quitaron
No deben de causar extrañeza las actuales manifestaciones indigenistas en contra del famoso 12 de octubre de 1492, considerado otrora como el “Día de la Raza” y generalmente celebrado durante muchos años como del “Descubrimiento de América”.
Vale considerar que en el mundo de habla española fue a partir del fin del siglo 19, en torno a 1892, cuando se empezó a festinar la fecha. Hubo en ello una fuerte promoción de los “peninsulares” al cabo de la centuria en que fueron perdiendo sus colonias americanas y se había generalizado una pésima imagen de la “Madre Patria”.
Lo cierto es que, al comenzar el siglo 20, ibéricos recuperaron cierto prestigio, en especial entre las clases bien acomodadas de nuestro continente, que procuraban sacudirse los antecedentes indígenas, al tiempo de que trataban de conocer más sus orígenes, pero distinguiendo entre los naturales antiguos que nos llenaban de orgullo y los indígenas actuales que más bien estorbaban a las clases altas, católicas y amantes de los gachupines.
La Guerra Civil española, en la que triunfó el fascismo endémico en ese país, dio lugar a que vinieran muchos, más que a todos los países de América juntos, refugiados de aquella avalancha que, a pesar de la resistencia de José Vasconcelos y muchas familias pomadosas, el grueso de la sociedad mexicana recibió con los brazos abiertos. Eran, en su mayoría, españoles de calidad que alimentaron especialmente el centro de México.
Pero su retiro de España dio lugar a que en ese país se consolidara su esencia nazifascista, de la que el gobierno mexicano se declaró abiertamente enemigo.
Ahora se está volteando el chirrión por el palito y Madrid se está llenando de mexicanos conservadores. Allá ellos… Mientras tanto el indigenismo sigue ganando terreno en aras de vindicar una tradición tan rica y aprovechar las bondades de su modo de ver la vida.
Creo que el impulso actual empezó a cobrar mayor energía a partir de las gestiones hechas a raíz de la proximidad del quinto centenario, de 1992. Diez años antes hizo una convocatoria a un gran festejo conjunto para celebrar el quinto centenario del mentado “descubrimiento”… Al principio les fue bien: en una reunión en España celebrada en octubre de 1982 todas las comisiones aplaudieron la idea. México no estuvo ahí, por causa de su calendario político, pero en 1984 sí estuvo en República Dominicana y les aguamos la fiesta.
En un inicio nos fue mal y casi todas las comisiones se opusieron a nuestra idea de conmemorar (traer a la memoria) el encuentro de dos mundos que a la buena, a la mala y a la peor, se empezaron a relacionar a partir de entonces.
Quienes hablan, sin saber bien, de aquella gesta, como el caso reciente de un señor Regalado, en este mismo periódico, se equivocan al desconocer el gran clamor indigenista que contenía, que fue precisamente lo que acabó ganando la voluntad de las demás comisiones nacionales americanas. En la siguiente reunión, en Buenos Aires, solamente el Chile de Pinochet y el Perú también reaccionario de entonces, votaron en contra. Incluso España, que había cambiado de gobierno, estuvo a nuestro favor.
No se podía negar el hecho de que ahora hablamos una suerte de español enriquecido por las lenguas indígenas, y que podemos caminar todos juntos, pero se aplaudía también el resurgimiento que empezaba a ser notorio del indigenismo, a veces un tanto desbocado y contraproducente, pero siempre legítimo.
Todo ello emana, en buena medida, del abierto reconocimiento que se hizo del encuentro de dos mundos en el cual ambos tenían mucho que decir y, uno de ellos, mucho que reclamar. Se llegó a producir el hecho de que el presidente de la comisión española, después de haber sido muy despectivo al principio con las culturas originales de América, pidiera públicamente perdón en una reunión celebrada en Costa Rica, en 1987, presidida por el suscrito, por “las muchas barbaridades que cometieron sus paisanos…”.
Quizá procedería ventilar algún día el papel de aquella comisión mexicana a la que tuve el gusto y el orgullo de pertenecer.
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jl/I