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Reflexiones electorales

El triunfo del PAN en las elecciones de 1995, resultado de un largo cultivo de la tradicional derecha de esta tierra, dejó la sensación de que el partido blanquiazul llegaba para quedarse y, en buena medida, fue así.

No obstante las torpezas del gobernador Cárdenas, dado su aire campechanote, en vez de la molesta solemnidad que caracterizaba al priismo de entonces que, además, se había desconectado un buen tanto de las causas populares, dio lugar a que un político más forjado y de criterio amplio como Francisco Ramírez Acuña ganara la gubernatura, aunque fuera en situación apretada.

El hombre contaba con experiencia rica como diputado y muchas amistades en todos los rincones, pero entonces una extrema derecha que no lo quería se había trasladado en masa al PAN y tenían una marcada influencia en él. Además del voto panista tradicional y democrático, fue el respaldo de fuerzas de otros partidos las que coadyuvaron a su entronización. Comenzó débil, es cierto, pero logró fortalecerse y acabar gobernando con mano firme.

Recuérdese que fue él quien profirió aquel comentario de que sólo aceptaba “regaño de los jaliscienses”, después de una recriminación que le hizo el presidente Fox y se tuvo que tragar la respuesta del gobernador de Jalisco.

Por su parte, la fuerza en el PAN de los antiguos sinarquistas y cristeros se incrementó y, después de Ramírez Acuña, Emilio González Márquez, que provenía de esas filas, asumió la gubernatura.

Diversos problemas hicieron que su gobierno acabara mal y las fuerzas conservadoras de la sociedad buscaron una alternativa que encontraron en Enrique Alfaro, hijo de un rector quien se ligó matrimonialmente a una familia poderosa. Alfaro había crecido en Tlajomulco con la ayuda de Andrés M. López Obrador, pero se manifestó deseoso de cambiar de bando. El chaqueteo fue primeramente discreto pero, cuando llegó el momento, supo hacerlo de manera ostentosa.

Con un fuerte respaldo de un sector de la oligarquía más conservadora perdió por poco la lucha para ser gobernador, pero se acomodó mientras en la presidencia municipal de Guadalajara, donde le empezaron a redituar sus negocios en Tlajomulco. El siguiente paso con la ayuda de grupos panistas de ultraderecha fue pasar a ser gobernador, con tal facilidad que incluso anunció que, después, en 2024 iría sobre la Presidencia de la República.

Pero el plan se torció porque López Obrador se convirtió en presidente de la República. Por un lado, el respaldo de la derecha se acrecentó, pero en México el presidente es el presidente, y tuvo que hacer muchos trastupijes para gobernar.

No obstante, encarrerado como venía, anunció que iba a “refundar Jalisco”. Ahora sus enemigos aseguran que lo que sí logró fue “refundirlo”.

El hombre se declaró ya fuera de la política al terminar su gestión. Ello parece una manera elegante de retirarse, aunque seguramente tiene en su corazoncito el deseo de seguir controlando el estado o una parte de él.

El futuro es complejo: el PAN, después del desaguisado de González Márquez, ya reclama las canicas que le había prestado, que no son pocas. La presidencia nacional de sus siglas, MC, ya no parece interesarse en él; gran parte de la ciudadanía está desilusionada, y muchos de sus seguidores también. Su fuerza en el área metropolitana, que fue la mayor, parece haber menguado igualmente en virtud de que, como dice la gente, Movimiento Ciudadano logró casi paralizar a la ciudadanía por el mal manejo del tráfico y el miedo que tiene de salir la calle por la delincuencia incontrolada. Encima, su colega de Nuevo León no hace más que el ridículo.

No nos extrañemos de que se produzca una voltereta electoral los próximos meses.

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jl/I