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No hubo remontada ni espacio para los milagros. El Arsenal, la nueva 'bestia negra' del Real Madrid, el único equipo en Europa que no ha caído ante el rey de la Liga de Campeones en cuatro duelos y lo tumbó en tres, se volvió a cargar al vigente campeón con un ejercicio de madurez que instaló la impotencia en el Santiago Bernabéu en un equipo carente de fútbol y ausencia de liderazgo. La llamada a la épica, el misticismo del Bernabéu, el sacrificio tardío, no fue suficiente para un equipo falto de fútbol. Con pocos recursos más allá de la intensidad y agresividad. Se despidió en cuartos de final tras chocar nuevamente con un Arsenal que da un paso al frente en su crecimiento. Sobrado de personalidad, sin echarse a temblar por la presión ambiental. Un equipo construido y trabajado al detalle por Mikel Arteta que se cargó con toda justicia al vigente campeón. En el "cabeza, corazón y cojones" de Ancelotti recurriendo a Alcaraz se olvidó de añadir el fútbol. Y es lo que le está faltando este curso a su Real Madrid. No logró encajar a dos de los mejores futbolistas del mundo. Vinícius y Mbappé no conectan como deberían y la eliminación marca el camino del técnico más laureado de la historia del club blanco y ganador de más 'orejonas', que pudo vivir su última noche de 'Champions'. Era un día para los grandes referentes, un momento para lanzar un grito de liderazgo que nadie dio. Siguiendo el manual de las remontadas, la salida con rabia de un equipo herido en el orgullo tras los tres tantos recibidos en Londres, intentó atemorizar al Arsenal. No lo logró. Por mucho que Mbappé marcase con el pecho a los dos minutos. En fuera de juego. O que amenazase con una carrera elegante en la que conectó con 'Vini'. No habría muchas más. Sin espacios y mascando impotencia. En ese manual de partidos imposibles levantados por el Real Madrid en su historia también aparecía dar la primera patada, la intimidación. Lo tomó demasiado en serio Alaba, de nuevo apuesta de 'Carletto' en el lateral izquierdo, amonestado a los cuatro minutos por llevarse por delante a Saka. El fútbol ha cambiado, tanto que se señala un penalti tres jugadas después o lo pita el árbitro y paraliza el partido cinco minutos hasta que es corregido por el VAR. El Arsenal no jugó atemorizado y quiso ir arriba cuando pudo. Amenazó siempre con Saka, con un disparo cruzado que fue el primer susto, probando después a Courtois con un disparo abajo desde la frontal. La oportunidad para sentenciar la eliminatoria, si es que no lo estaba ya, la tuvo en un penalti señalado desde el VAR por agarrón de Asencio a Mikel Merino. Se volvieron a citar Courtois y Saka, que apostó por un extraño lanzamiento, tocando suave el esférico a lo Panenka pero a un lado. El portero madridista sacaba una mano para salir vencedor. El guión de las noches en las que se hace realidad lo imposible avanzaba. Un nuevo impulso a un Real Madrid entregado, que mordió como nunca en la presión, que acabó encerrando a su rival por coraje pero al que le faltó brillantez para generar peligro. No probó a David Raya en todo el primer acto. Con el tridente en el campo, sosteniendo Ancelotti a Rodrygo pese a su bajo rendimiento, Vinícius tan voluntarioso como errático en el centro y Mbappé mascando impotencia por la falta de balones. Con Modric y Ceballos, los que deben imponer criterio, en el banquillo. Así llegaba la oportunidad de resurrección de la eliminatoria, un penalti de Rice a Mbappé, por un supuesto agarrón que solamente vio el colegiado y fue corregido desde el VAR. Demasiado tiempo parado el partido enfrió al Real Madrid. Apenas un disparo lejano de Mbappé en todo el primer acto. La necesidad madridista ante la calma del Arsenal. El ritmo acelerado, por ocasiones atropellado y con falta de un cerebro que impusiese un estilo, frente a la templaza inglesa y la pérdida de tiempo. No era un escenario nuevo para el equipo de Arteta que se parapetó y cuando pudo lanzar un contragolpe encontró a Martinelli que también probó a Courtois por tercera vez. Con Raya de espectador. La testosterona no era suficiente. Necesitaba el Real Madrid que el Arsenal se contagiase de la locura. Con más balón, adelantando metros el equipo de Arteta, por momentos tuvo aire que respirar al poder correr en transición. Así cabeceó fuer Mbappé un saque de esquina de Rodrygo, Vinícius en un día gris leyó mal una contra clara de dos contra dos que culminó con un disparo blando a manos de Raya, que sacó otro córner que Rodrygo chutó directo antes de irse del campo. Ancelotti pasaba al plan B nada más pasar la hora de partido. Le daba el mando a Ceballos y cambiaba los laterales. Fede a la derecha y Fran García a la izquierda. Más minutos que nunca en un partido grande para Endrick buscando remate. El castigo fue inmediato cuando apareció Mikel Merino para poner criterio en el pase al espacio y dejar a Saka ante Courtois para que se sacase su espina con un balón picado a la red. El directo a la mandíbula, el 0-4 global, tumbaba a cualquier equipo menos al que alimentó milagros en el pasado. Llegó a empatar por un error grave de Saliba, dormido con balón al borde de su área, sorprendido por Vinicius que robó y marcó a puerta vacía para maquillar su noche. Había sido silbado desde la grada y también lo fue Mbappé cuando se retiró del campo, lesionado al hacer una presión con tanta fuerza que pisó descompensado, sin aparecer en una de esas citas en las que el madridismo esperaba al que llegó siendo el mejor delantero del mundo. Y así murió el partido que enfrentó a un equipo con un grupo de individualidades y la defensa de corona del Real Madrid, entre ataques a la desesperada sin precisión ni la lucidez que le faltó en una 'Champions' repleta de irregularidad que se perfila como el fin de ciclo de Ancelotti. Y un epílogo doloroso con nueva derrota, la sexta en la competición, con una transición en el añadido de Martinelli que da al Arsenal un pleno de triunfos en sus dos visitas al Bernabéu.
GR