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¿Tecnologías para la paz?

La construcción de paz, además de voluntad y proyectos, demanda contar con las herramientas adecuadas para hacerla posible. Tales herramientas son procedimientos, técnicas o métodos en los que se traducen operativamente los saberes pacíficos de la humanidad: conversatorios, asambleas, foros, mesas de diálogo, mediación, gestión de conflictos... Gracias a ellas hemos logrado desarrollar capacidades, favorecer el intercambio mutuo o propiciar el empoderamiento individual y colectivo. Podemos afirmar que, así como se han consolidado tecnologías para la guerra, hemos desarrollado innumerables mecanismos para hacer las paces.

Las tecnologías han sido fundamentales en el desarrollo de las civilizaciones, están presentes en la vida cotidiana de cualquier grupo y tienen un impacto profundo en las interacciones socioculturales. Las transformaciones generadas por las TIC son un ejemplo de ello. Pero ¿qué tecnologías permiten hacer operativos los saberes pacíficos con los que contamos como humanidad?

Las tecnologías duras, dicen los expertos, son máquinas e instrumentos que incorporan en su diseño un sinfín de conocimientos científicos; las blandas, son protocolos y procedimientos para ejecutar tareas convencionales. Aunque buena parte de las tecnologías se ha creado al margen de las ciencias, en la sociedad contemporánea está instalada la idea de que la tecnociencia es indispensable para la sobrevivencia de la especie, lo que ha venido a sustituir la deliberación democrática sobre las herramientas que sirven para resolver problemas mundanos (deterioro ambiental, gestión de residuos, pobreza y violencias, mala calidad del agua...), por decisiones forjadas desde el saber de “los expertos”.

Las tecnologías para la paz favorecen el diálogo y el intercambio de saberes para la acción colectiva, buscan satisfacer necesidades en condiciones de equidad y protección de los ecosistemas, tratan de tomar distancia de la racionalidad instrumental que utiliza tecnologías sin considerar los efectos que produce, así como del utilitarismo que solo persigue el placer y la felicidad.

La tecnología es siempre un instrumento, un medio. La paz demanda ser coherentes entre medios y fines. Desde un enfoque ético y participativo las tecnologías para la paz deben buscar lo mejor, para la mayor cantidad de personas, al mayor plazo posible. Encontrar las mejores formas de hacer cosas para mejorar la calidad de vida, adaptarse a lo local y a los recursos disponibles, incentivar la mano de obra autogestiva, diseñar proyectos para el ahorro de capital y energía, crear bienes y servicios en común, desarrollar la creatividad y sensibilidad.

La construcción de paz demanda ser activos. Las personas tienen la necesidad de actuar productivamente. No hay nada que sustituya la acción que surge de la conciencia colectiva e individual. Lo fundamental no es la producción en masa sino la producción por las masas, la aplicación de conocimientos a situaciones específicamente humanas, adaptar las tecnologías a las destrezas de quienes las utilizan. Las dimensiones claves de una acción relevante son el aquí y el ahora. Una tecnología que llega desde fuera a resolver los problemas de una comunidad impide a sus integrantes desarrollar potencialidades. En lo local, ahí donde vive la gente, es donde la tecnología debe ofrecer oportunidades para actuar racionalmente.

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jl/I