Como cada Navidad, el popular y milenario arte de las piñatas mexicanas vuelve a protagonizar el decorado en estas fechas festivas, marcadas en esta ocasión por un alza de precios que perjudica la venta de estos productos, según indicaron varios artesanos y comerciantes del sector.
En el mercado de Sonora, uno de los epicentros capitalinos en la producción de piñatas, artesanos como Esperanza Ceballos y su familia se afanan en ultimar sus productos en forma de estrella, a pesar de que esperan una venta “muy floja” este 2025 debido al aumento del coste de los materiales que utiliza.
“El material está súper caro. Entonces se tiene que subir la piñata y eso es lo que afecta también”, lamentó Ceballos, con una tradición familiar de medio siglo en la elaboración de estos productos.
Aun así, ella y su familia llevan desde octubre confeccionando a mano la piñata tradicional de estrella de siete picos –una de las más demandadas por el público–, que representan los siete pecados capitales: la soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Su pesimismo por las ventas es compartido por otros comerciantes como Soledad, que desde hace ocho años vende estos productos en el mercado capitalino de La Merced.
En su opinión, la venta está muy baja si la compara con la de otros años, pese a que a medida que se acerca la Navidad, aumenta el número de piñatas que vende, agregó.
De hecho, entre los comerciantes consultados, todos coincidieron en subrayar su previsión de una caída en ventas más o menos pronunciada, motivado sobre todo por el alza de precios y la situación económica del país, con una inflación del 3.8% al cierre del mes de noviembre.
Aunque el horizonte no sea nada favorable, los comerciantes reivindicaron su labor como una tradición anual mexicana propia de su identidad como país, y que se originó a partir de la mezcla de las distintas culturas: la hispana, indígena, africana y asiática.
Según distintos estudios, este arte surge tras la conquista española del siglo 16, fusionando tradiciones chinas y aztecas, y se consolida en el ex convento de Acolman, en el céntrico Estado de México, como herramienta para enseñar el catolicismo.
Ahora, después de seis siglos, los puestos ofrecen figuras muy variadas casi al gusto del consumidor, cuyos modelos favoritos van desde los tradicionales de estrellas de picos coloridas hasta los más novedosos, como figuras de Papa Noel o el Grinch, su antagonista, contó el artesano Juan Hernández.
En muchos casos esa tradición es transmitida de padres a hijos, lo que es motivo de orgullo para Sandra Beatriz, cuarta generación que regenta el pequeño negocio de Familia Salazar.
“Nos sentimos contentos porque es algo bonito que tenemos los mexicanos desde pequeñitos, desde los bisabuelos (...) Al parecer mis hijas y mis nietas se quieren iniciar en esto”, afirmó.
PARA TODOS. En muchos casos esa tradición es transmitida de padres a hijos, lo que es motivo de orgullo. Foto: Cortesía EFE
fr-jl/I
