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Lo podrido de Puebloquieto

Puebloquieto no es un lugar al que uno quiera ir a meterse. Es ese rincón marginal en medio de Guadalajara donde la semana pasada fue rescatado un hombre que estuvo en cautiverio en un hoyo durante cinco días y sus noches. 

Uno no se atreve a ir solo a Puebloquieto. Su mala fama está justificada. Yo he entrado ahí solamente una vez y fue en junio de 2015 cuando hubo una inundación que anegó las casuchas. Fueron 65 de esas casas construidas de manera improvisada con cualquier material las que se inundaron. Digo casuchas porque entré a ellas para entrevistar a las personas y tomar fotografías. No lo digo de manera despectiva, sino para dimensionar las condiciones de hacinamiento en que viven esas personas, contrastando con la bonanza de la zona residencial que empieza a la vuelta en la colonia Jardines del Bosque. Son apenas cuartitos con piso de tierra, paredes de adobe o algunas de block mal enjarradas, incluso algunas con divisiones de madera. Los techos, de lámina. Un corredor de tierra pasa por en medio del chorizo de casas desvencijadas. Es un amontonadero de familias viviendo apretadas, prácticamente unas encima de otras. 

¿A qué viene esta breve descripción de la situación de pobreza que choca con la vida de la pujante zona comercial al otro lado de avenida Inglaterra? A que es una comunidad en extremo cerrada, hostil a los desconocidos. Incluso en esa ocasión que se inundó, los habitantes de Puebloquieto permitieron con recelo el ingreso de los extraños, encarnados en funcionarios municipales del DIF y de protección civil que acudieron para verificar los daños y ofrecer algún apoyo en especie a los damnificados. No aceptan la presencia de personas ajenas a su propia comunidad, donde todos se conocen entre sí y todos saben todo de todos. Sería extraño que no se conocieran tanto estando tan apeñuscados. 

Eso lleva a la siguiente premisa de este silogismo. La violencia y las actividades ilícitas son normales en ese barrio. Las adolescentes que van a la secundaria en la colonia Del Fresno tienen fama de peleoneras y sus padres las solapan cuando se trata de amonestar su conducta. Los hombres, peor. Es un entorno con violencia doméstica propiciada por un machismo dominante. Si los padres solapan a los hijos, la situación escala a un nivel de complicidad tratándose de actividades ilícitas. El mismo asentamiento es irregular porque invadieron el entorno de las vías del tren para instalarse. Hombres armados con pistolas hechizas han sido detenidos varias veces. Si bien, la posesión de armas de fuego es un derecho, ese tipo de dispositivos son completamente ilegales. En los alrededores de Puebloquieto hay alta incidencia de robos a transeúntes y a ciclistas, lo que ha alertado a la Comisaría de Guadalajara, pero la intervención se limita a poner patrullas a la entrada durante algunos meses y luego de que se calma un poco la incidencia delictiva, a retomar el patrullaje en otros puntos, que tampoco hay abundancia de policías ni de patrullas. 

Por último, el hombre que estuvo en cautiverio en un registro de la CFE debió estar gritando durante días para que lo encontraran. El lugar de su encierro está en plena vía pública en una de las entradas a Puebloquieto, por el lado de Mariano Otero y las vías de Inglaterra. Es completamente absurdo que nadie lo haya escuchado en Puebloquieto al entrar o salir y eso habla de un sometimiento a quienquiera que sea responsable de ese plagio en un lugar donde, además, había una osamenta. Es decir, una víctima anterior de la que no se sabe nada. Como esa osamenta, Puebloquieto es la expresión de todo lo que está podrido en nuestra sociedad. 

Twitter: @levario_j

jl/I