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Habitarnos

¡Qué doloroso es estar supeditado a que el otro nos complete! Desde el psicoanálisis parece que somos una dualidad, que estamos recorridos por dos energías que pelean dentro de nosotros, que somos seres ambivalentes, en falta. Y justo en esa “incompletud” vamos transitando la vida, entre el dolor y el placer.

Nos recorren dos pulsiones de sentido contrario.

Somos un saco de anhelos, planes, proyectos y sueños, a la par que somos un revoltijo de desesperanza, angustia, miedo, incomodidades y frustraciones. Deseamos sentirnos amados, pero, a su vez, no nos asfixien; deseamos que se nos acompañe, pero a la vez ocupamos el silencio y la quietud; deseamos amar, pero que ese amor nunca nos duela. A decir verdad, nunca estamos más expuestos en la vida que cuando amamos.

Vivir es habitar la incertidumbre. Cuando observo a los bebés y a los adultos mayores es cuando más sensible me parece la vida, cuando más contrastante se siente el mundo. Ambos reflejan estadios en los cuales es necesario el sostén y el acompañamiento. Los recién nacidos están indefensos y los cuidados con dosis de amor y adivinación indispensables. Hacia el trato de los adultos mayores, ocupamos escucha, respeto y compasión.

¿Qué significa habitar nuestra vida? Tal parece que, si poseemos un mínimo grado de interés en la comprensión de la propia conducta, nuestro día a día nos puede llevar a cuestionarnos sobre quiénes estamos siendo, qué estamos sintiendo y de ser posible, qué necesitamos para estar mejor en un futuro cercano. El mirarnos nos compromete, nos orilla a hacernos cargo –lo que sea que eso signifique–, nos obliga a reconstruirnos. Hay que arar la tierra para sembrar y hay que regarla para obtener sus frutos.

Y siguiendo con esta idea de preparar el escenario para que algo florezca, considero que es necesario que dentro de esta ambigüedad que somos y dentro de la arista de lo compleja que puede ser la comprensión de la conducta humana, comencemos a posicionarnos y a responsabilizarnos desde lo individual, a tomar un papel protagónico en el autocuidado físico, mental, espiritual y social.

Resulta esencial prescribir la introspección. El cuidar con qué alimentamos la mente y el cuerpo puede ser un camino, uno no va sin lo otro. Entonces, si vivir es estar expuesto y si hay algo eterno que empuja a destruirnos y a destruir, habría que identificar nuestras formas de construcción y vida.

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jl/I