Al nacer, algunas personas ya presentan algún tipo de discapacidad congénita, que puede ser motora, visual, auditiva, intelectual o de talla baja, pero también cualquier persona, sea hombre o mujer; sea niño o niña, adolescente, joven, adulta o adulta mayor, sea rica o pobre, en unos segundos y por miles de causas (muchas de esas causas en ocasiones ni siquiera las imaginamos) pueden desarrollar una discapacidad adquirida de los tipos mencionados, pero también de tipo psicosocial. Esas discapacidades pueden ser temporales o permanentes y parciales o totales.
Las personas con discapacidad en el mundo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), representan un número muy considerable, pues se estima que son aproximadamente mil 300 millones, el 16 por ciento de la población, de las cuales entre 110 y 190 millones experimentan dificultades considerables en su funcionamiento.
A algunas personas, y en ocasiones a las autoridades y legisladores, al ver o interactuar con personas con discapacidad les despiertan lástima, pero las personas con discapacidad no requieren lástima ni dádivas, lo que necesitan y merecen son oportunidades, respeto y ser consideradas en sus condiciones para participar con equidad (principio de justicia que implica tratar a las personas de manera diferente según sus circunstancias específicas para lograr un resultado igualitario en el ejercicio de los derechos) en los procesos de atención a la salud; en los procesos educativos de los diferentes niveles; en los procesos laborales; en los procesos políticos y de participación ciudadana; en los procesos de movilidad; en los procesos de administración e impartición de la justicia; en el diseño de la infraestructura urbana y de los edificios y viviendas; en el deporte y los eventos culturales, entre otros aspectos de la vida social.
El que los gobiernos federal y estatales les otorguen algún apoyo económico sí les ayuda, sobre todo porque vivir con discapacidad generalmente implica limitaciones económicas, pero no resuelve su situación de vida.
Hay derechos de las personas con discapacidad que en muchas ocasiones no son imaginados por su familiares o amistades hasta que la realidad les sorprende, como su derecho a vivir plena y satisfactoriamente el amor y la sexualidad, y que para ejercerlo en muchas ocasiones necesitan ser adecuadamente educadas y/o ser asesoradas.
Indudablemente se ha avanzado en el reconocimiento y la creación de condiciones para que las personas con discapacidad ejerzan sus legítimos derechos, pero todavía falta mucho por hacer.
Que quede claro, se necesitan hechos, no declaraciones.
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