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Sobrevivimos juntos o desaparecemos juntos

Desde la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Amin Maalouf, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2025, describe la paradoja que marca nuestra época: vivimos en un mundo hiperconectado y fracturado. La misma tecnología que une, también separa.

La herramienta que nos permite sostener una conversación que cruza territorios con solo un clic; estudiar, trabajar; amar a distancia, sirve también para amplificar discursos de odio, para mantener guerras; para debilitar democracias y sembrar la desinformación y la violencia.

En medio de esta tensión, Maalouf propone un camino simple y radical: Sobrevivimos juntos o desaparecemos juntos, porque no hay bienes materiales, fronteras blindadas ni muros tecnológicos que puedan contradecir esta verdad. Todos somos peregrinos y pasajeros en el mundo que habitamos.

Esa idea de reparar el presente para imaginar el futuro es la que me resulta la más poderosa de su mensaje, e inevitablemente pienso en la movilidad humana como un espejo que muestra realmente quiénes somos como sociedad. Y, aunque en algunos territorios y momentos concretos de nuestra historia, la migración se ha abordado desde la solidaridad y las políticas públicas con enfoque de derechos, hoy en muchas otras naciones –como la vecina y la nuestra– sigue observándose y tratándose como una amenaza, no como una oportunidad.

El llamado que el escritor Amin Maalouf plantea con franqueza y sencillez ocurre en tiempos en los que los derechos que considerábamos incuestionables están siendo atacados y desmantelados por así convenir a distintos grupos de interés. La idea de la progresividad de nuestras sociedades, de que avanzamos hacia mayor libertad e igualdad, es frágil. No es lineal y lo que generaciones anteriores conquistaron, hoy vuelve a ser materia de disputa.

La movilidad humana nos muestra con más crudeza esta regresión, al mirar al otro como mercancía; al separar a las familias; al instalar el miedo y la desesperanza en nuestras sociedades. Las políticas antimigrantes son reflejo de nuestros prejuicios. 

Acelerar esa evolución de mentalidades de la que habla Maalouf, significa aprender a mirar el mundo con complejidad, comprenderlo más allá del miedo e influir positivamente en él. Frente a la normalización de la xenofobia y la exclusión, el escritor insiste en algo que conviene no olvidar: alimentar la desigualdad es sembrar violencia. Ignorar la dignidad y los derechos de las personas nos lastima a todas y todos porque apostar por un modelo basado en el control, en la competencia voraz por los recursos, por la inteligencia, por los mercados, compromete nuestra existencia y la de las generaciones que vienen. La guerra, simbólica o real, comienza por la deshumanización.

Por eso, cuando Maalouf habla de construir identidades no excluyentes y de reconocernos como ciudadanos del mundo, está planteando una urgencia política, ética y civilizatoria. Reparar el presente implica, reconocernos como sujetos de derechos. Implica tender y sostener puentes, no muros; para que desplazarse sea un ejercicio de libertad y no una lucha por la supervivencia. Por eso, sobrevivimos juntos o desaparecemos juntos.

X: @claudiaacn

jl/I

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