La brevedad que, como el dinosaurio, ya estaba ahí, y permanecerá hasta el fin de los tiempos, cobra renovada relevancia por la inmediatez tecnológica y el acelerado ritmo de vida. La síntesis es una exigencia vital: el rodeo, la paja y el lugar común son pecados mortales. Lo que no se dice es parte fundamental de la historia:
“Sacrificio de palabras, no del lenguaje”: Elisa Godínez.
El tiempo corre a la velocidad de una instantánea y hay que aprovechar el mínimo espacio para registrarlo. Los microtextos transcurren entre la poesía y la prosa poética, entre las variables narrativas que van de las más diversas cortedades de largo alcance al aforismo, la greguería, el periquete, el microensayo, el diálogo, la minificción, el relato ultracorto y demás variedades sintácticas:
“Los minutos son cominos. Las horas, pimientas gordas”: Ana Cantú.
La brevedad no es otra cosa que un recordatorio permanente de lo efímero con posibilidad de permanencia. Se puede plantar cara con una historia, ya sea en verso o en prosa, mordaz, romántica o erótica, que dé cuenta de que es posible hacerle una grieta al tiempo, de que podemos sembrar en ese bosque del pequeño formato un follaje de palabras:
“El tiempo y la soledad son instrumentos de trabajo para los obreros de la contemplación”: Chris Estrada.
Recordar y recontar las historias que permanecen en el eterno ciclo del tiempo y la palabra. Los textos breves, así como entendemos pasados los años, que breve es la vida. El poeta Raúl Renán me dijo en 2015 que hablar de la brevedad nos puede llevar toda una vida. Y en esa andanza redundamos. Una instantánea de lectura para llevar, un parpadeo, a la manera de un clip de TikTok o una historia de Instagram, un suspiro que se queda en la imaginación y se trastoca en la mente creadora:
“Dentro del libro de mi vida, quisiera escribir el índice y los capítulos de nuestra historia: que no tenga título ni tampoco conclusiones”: Magui Arnal.
Esto tiene un espectro amplio: la agilidad y el ingenio que exige el lector, la lectora, así como el riesgo de la abundancia en la que la calidad puede no salir bien librada. Por fortuna, hay un público exigente que es el que no dejará de cribar para dar larga vida a la brevedad literaria en cualquier formato, sea libro impreso, electrónico, redes sociales, pinta callejera:
“Cojo como escribo/ escribo mejor que como hablo/ no soy la amante/ no el amor./ Yo soy la poesía”: Cristina Gutiérrez Mar.
Autoras y autores a lo largo y ancho del país, cultivan los géneros breves: poetas y narradores, o especialistas de la minificción, aforistas, periqueteros. Texturas publicadas particularmente en ediciones independientes. Existen coloquios internacionales de larga data: La minificción va a la Biblioteca, con más de veinticinco encuentros; participan minificcionistas, aforistas, cuentistas, un historial registrado en Youtube:
“En la mente del otro soy único, un producto de su invención”: Fernando Ortiz.
Abundante y verificable es su bibliografía en selecciones, compendios y antologías. Hay producciones radiofónicas como ‘El peso exacto de un colibrí’, transmitido por Radio UNAM, programas, capítulo a capítulo, que se pueden consultar en su portal. En Guadalajara, La Coyotera Radio Comunitaria en el 102.3 de FM transmite durante su programación cápsulas de literatura breve de autoras y autores de la comunidad Al Gravitar Rotando:
“Haz de tu aforismo un papalote, aunque entonces se volverá una greguería”: Mónica García.
*Escritor y editor
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