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Gentrificación

No me gusta el anglicismo gentrificación, pero en español no hay otro término para describir un proceso de transformación barrial que se da en las ciudades. Este proceso inicia cuando un agente de cambio, que puede ser el gobierno, una empresa o un desarrollador inmobiliario, hace modificaciones en el entorno para atraer nuevos residentes en zonas que se han ido depauperando. En principio, todo esto suena muy bien, ya que se promueve una mejora en las condiciones urbanas, hay mayor comercio, se fomenta la plusvalía y en general hay un cambio en la calidad de vida de esa zona.

Sin embargo, el problema de la gentrificación tiene que ver con la expulsión de los antiguos residentes de la zona, debido a los efectos secundarios de este proceso. Cuando los barrios son intervenidos, casi nunca incluyen proyectos de vivienda popular, sino complejos habitacionales de lujo. Esto atrae nuevos vecinos, de mayor nivel de ingreso (el término gentry de donde procede la palabra gentrificación, se refiere a la burguesía o la aristocracia), lo que a su vez ocasiona un incremento en el costo de la vida en general, y un aumento en el precio de las rentas, en específico en la zona, debido a la mayor plusvalía de la tierra.

Así, quienes vivían en estos centros urbanos empobrecidos se ven forzados a migrar hacia la periferia, en donde el costo de la tierra es menor, pero hay menos servicios: menos rutas de transporte, menos infraestructura de agua potable y drenaje, menos servicios secundarios como tiendas de conveniencia, y muy probablemente, alejados de sus fuentes de trabajo. De esta manera se va perpetuando un esquema de marginación de la gente pobre, al tiempo que muchas zonas urbanas van perdiendo su esencia, tradiciones y patrimonio.

En Guadalajara ha habido por lo menos dos intentos de impulsar estos procesos de mejora: el primero fue con la infame Ciudad Creativa Digital, que se mantiene como un proyecto inacabado y es una herida abierta en el centro de la ciudad; más de una década y millones de pesos después, su estado es aún incierto. El segundo fue la fallida Villa Panamericana, inicialmente considerada para estar en los alrededores del parque Morelos, y que terminó siendo construida en El Bajío, con tantas irregularidades que actualmente el complejo está abandonado por sus problemas legales y ambientales.

Por supuesto que los procesos de mejora dentro de las ciudades deben darse; ningún gobierno puede hacer caso omiso de los procesos de deterioro que se van dando en las partes viejas de las ciudades, los cuales también ocasionan una expulsión de habitantes, un aumento en la inseguridad y pérdidas para el comercio; sin embargo, no creo que este sea un problema binario: empobrecimiento o gentrificación. Algunas alternativas han sido presentadas por expertos como José Mansilla, miembro del Observatorio Antropológico del Conflicto Urbano en Barcelona: “Un ejemplo es lo que se está haciendo en París; cuando hay un proceso de gentrificación, la ciudad compra algunas fincas y las renta a sus habitantes originales por el mismo precio de antes; o lo que hace el Ayuntamiento de Sevilla, que intervino para evitar el desalojo de los habitantes debido al deterioro intencional de sus viviendas por parte de los propietarios”. Mansilla deja claro que el problema de fondo es la especulación con la tierra y la búsqueda por obtener los mayores rendimientos a costa de lo que sea: la ciudad no es un bien de todos, sino una mercancía más, y nuestros gobiernos felices, porque así obtienen mayores ingresos por los impuestos.

El Área Metropolitana de Guadalajara se encuentra sumida en una situación compleja: las presiones poblacionales, la falta de agua, la contaminación, la movilidad y la seguridad son retos suficientemente grandes como para complicarlos más con la marginación y la especulación voraz de la tierra. Es urgente pensar en una ciudad para todos, no sólo para quienes puedan pagar por la ciudad.

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da/i