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Sobrevivir polarizado

La pandemia nos ha traído otra consecuencia virulenta: la polarización política. 

Circula un evento en Facebook denominado “Mega mentada de madre para Alfaro”. El creador pretende convocar a que mañana a las 18 horas se ofenda al gobernador por la activación del botón de emergencia y por una serie de argumentos (ensalzados por epítetos de toda clase) sobre la forma en que el político nos ha conducido a los jaliscienses. 

Es un símbolo de nuestro grado de polarización que al expresarse en redes se magnifica debido al confinamiento (parcial o completo). Al terminarse las tertulias entre los amigos y colegas… los medios sociodigitales se incendian. 

Además, las figuras políticas locales, nacionales e internacionales le inyectan combustible al fuego cotidianamente. 

Gobernar por contraste no es nuevo. La diferencia es que ahora estamos más sensibles a entrar en discusiones reservadas antes a los fanáticos futboleros. El nivel de crítica no se ha incrementado porque las argumentaciones carecen de profundidad y perspectiva histórica. 

Todo se contrae a ver quién le escupe más fuerte al otro. Y más veces. 

Basta leer los comentarios en los post de alguna figura pública. Uno de los símbolos permanentes de polarización es Felipe Calderón. Vean el tuit fijado en el perfil del ex presidente. Tiene miles de comentarios de alto contraste: los más suaves le dicen “borolas” pero los más bruscos son amenazas directas. A partir de esas ofensas, justificadas o no, se inician discusiones de lo más irracionales. 

He escrito antes que Twitter es una pelea de perros. Los ejemplos se agolpan. 

En la liga local de la tosquedad, Enrique Alfaro es el mayor protagonista. Y le encanta. Su tono contestatario, bueno para la campaña, no evolucionó cuando los jaliscienses lo eligieron. Al contrario, se exaltó. Aquel famoso “pendejos” a las personas que salían a trabajar durante la pandemia, sus respuestas cínicas a las inconsistencias de A Toda Máquina, el descrédito a la crisis de homicidios y fosas en Jalisco, la pelea contra periodistas y, por supuesto, su respuesta inicial a las manifestaciones de justicia para Giovanni con aquella mítica afirmación de que fueron orquestadas desde “los sótanos del poder”. En fin, le gusta la polémica. 

El problema es que sus dardos verbales suelen tomarse con un alto contraste entre sus numerosos seguidores y bots que se enfrentan a una crítica social, académica y política cada vez más extendida. 

Un síntoma inequívoco de una sociedad polarizada es la intolerancia. En este sentido, ¿hay en México un mejor ejemplo que Andrés Manuel López Obrador? No lo creo. El presidente (con las mañaneras como el principal foro) lleva de la mano la descalificación a quien lo critica y reduce a “conservadores” a todos los que simplemente no coinciden con él. 

Su intolerancia a la crítica se acentúa cada día más. Hay muestras todos los días. Todos. Tiene a las familias y amigos desgarrándose las tripas. Lean el foro en YouTube de sus ruedas de prensa y se darán cuenta como se hacen pedazos unos a los otros. 

Hoy nos despertamos con la posibilidad de un nuevo presidente en los Estados Unidos o la continuidad de Donald Trump. La campaña fue la más polarizada de la historia. Agitados por las circunstancias (la violencia racial, la crisis por el Covid y el estilo tan indolente del republicano, entre otras muchas), una de las democracias más antiguas del mundo vive en la incertidumbre. 

La polarización forma parte de las dinámicas sociales. Sin embargo, es urgente convocar al racionalismo y la tolerancia para dejar de vivir angustiados con un pie en alguno de los polos de la realidad. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I