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Hedonismo e individualismo

Aunque nunca me gustó la concepción de ser humano que proponía Sigmund Freud, la cual implica reconocer dos instintos: Eros (instinto de vida y de placer) y Tanatos (instinto de muerte y de agresión), debo decir que con el tiempo he identificado que, para sobrevivir, las personas efectivamente buscamos el placer (sexual, alimentario, económico, reconocimiento social, etc.) y que en esa búsqueda, sobre todo cuando nos frustramos, agredimos y violentamos (física, verbal, emocional, sexual y/o económicamente) directa o indirectamente a otras personas.  

Claro que a nadie nos gusta reconocer lo anterior, nos veríamos muy mal (a la vista de las demás personas o de nosotros mismos) y por ello es más fácil justificarnos. 

Esto ha sucedido siempre, pero hoy, cuando el avance de la ciencia y la tecnología ha generado tantísimos productos (sofisticados carros, equipos de cómputo, celulares, consolas de videojuegos, monitores gigantes, etc., etc.) y servicios (alimentos y bebidas en impresionantes restaurantes, estancias en lujosos hoteles, ingeniosos sexoservicios, acceso a alimentos sin tener que moverse de sus casas, internet, televisión por contrato, etc., etc.) a los que la inmensa mayoría de las personas queremos acceder; cuando hay un bajo poder adquisitivo por el miserable salario de las grandes mayorías de la población obtenido por un trabajo legítimo; cuando persiste el pésimo ejemplo de la mayoría de funcionarios, legisladores, magistrados, empresarios y delincuentes que corrompen y son corrompidos, y que, aun así, logran amasar extraordinarias riquezas y poder sin ser castigados; cuando hay muy cuestionables procesos educativos familiares y escolares; cuando hay políticas públicas miopes y basadas en ocurrencias e intereses partidistas y personales, no nos deben sorprender, pero si preocupar y ocupar, el impresionante crecimiento de problemas sociales como la delincuencia organizada, el deterioro ambiental, el deterioro de la salud física y mental de las y los ciudadanos, las agresiones sexuales, los feminicidios, el alarmante incremento de las adicciones en adolescentes, etc. 

Por ello, lamentablemente hoy predomina el individualismo, en el cual no cabe la importancia de la colectividad, primero mis intereses y necesidades. ¿Esto nos ayudará como seres humanos que vivimos en sociedad? 

Ah, y no nos olvidemos de cuando el personaje Kevin Lomax de la película El abogado del diablo cuestiona a John Milton porque “lo obligó a corromperse”. En respuesta, éste le dice que él no lo obligó, que Lomax decidió sus acciones y sólo apeló a su naturaleza. Luego sentencia: “¡Vanidad, mi pecado favorito!”. 

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jl/I