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Los López amparándose
Porque nos la quitaron
Hace dos años que falleció mi entrañable amigo y muy admirado fotógrafo excelso. Se fue un día como ayer hace dos años, 18 de septiembre de 2021, sábado para más señas. Lo hizo de una manera precipitada por culpa de una maldita falla en el miocardio, de esas que no dan tiempo de nada. Lo que más hubiera correspondido a su carácter y a su paciencia de artista hubiera sido haber emprendido el traspaso con calma y con orden. Pero no fue así.
Resultó tan rápida su partida que incluso algunos amigos cercanos, como el suscrito, no tuvimos noticia de ello hasta varios días después. Claro que, cuando el suceso, estaba yo internado saliendo de un apuro médico que entonces estaba de moda y no quisieron perturbarme. Sin embargo, ello no menguó el dolor cuando, ya libre y aparentemente recuperado, vine a saber la terrible nueva.
Tenía, si no me fallan las cuentas, 72 años que, hoy día, permiten hablar de una muerte prematura y de que, además de perder el gusto de su sana compañía, hay que suponer la enorme cantidad de obras de arte, comprometidas todas con una causa justa, que dejó de legar.
No lo digo porque sí: Hernández Claire es, sin duda, uno de los mejores fotógrafos que hemos tenido. Claras muestras tengo, muchas en la casa de ustedes, empezando por una copia de aquella famosa y galardonada foto de una parturienta que, de una casa en ruinas del barrio de Analco, fue sacada aquel catastrófico 22 de abril de 1992, sobre una puerta por una conjunción de brazos poco antes de dar a luz exitosamente.
Yo creo que influyó en Hernández Claire, incluso cuando ya era mayor, el hecho de haber nacido el Día del Niño del año 1949, porque nunca perdió esa mirada de picardía infantil que resultaba de una calidad humana excepcional.
No crean que fue fotógrafo de raíz, fue llegando al arte desde la arquitectura y con base en un aguzado compromiso en las causas de los más necesitados.
Ahí está, por caso, su tema preferido de sus últimos años: los migrantes que, con mil penurias, cruzan a Estados Unidos arriesgando la vida y hasta perdiéndola.
Son fotografías que deberíamos tener todos presentes por el dolor de paisanos nuestros de que están llenas. Son muchas y de muchos tipos, pero no hay una sola que no contagie el sufrimiento que llevan dentro.
Me entristece sobremanera que, en la propia frontera norte de nuestro país, no se tenga generosa noticia del trabajo fotográfico de nuestro querido Pepe.
Algo haremos en su favor próximamente, espero, pero entre tanto, me satisface mucho que en Guadalajara no se lo pierda de vista. Hay exposiciones en ciernes y, por el momento, hay una vigente que no está nada mal.
Lo que sí será difícil perpetuar, cuando los amigos que le sobrevivimos hayamos dejado de hacerlo, es la gran calidad de ese ser humano, siempre cuidadoso de no lastimar a nadie ni con su palabra ni con su lente. Pensar en Pepe Hernández Claire es aludir a un ser humano excepcional: un verdadero amigo.
La comunidad de fotógrafos jaliscienses, ya de por sí de gran calidad, vale reconocerlo, perdió una de sus mejores cartas que, además, prometía ofrecernos cosas aún mucho mejores.
¡Descansa en paz, querido Pepe! Todos los días habré de recordarte precisamente viendo tus fotografías que tengo completamente a la vista.
[email protected]
jl/I