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Negación de los problemas

Indiscutiblemente en México vivimos tiempos sumamente lamentables y dolorosos, caracterizados por históricos problemas que afectan a las y los mexicanos: la pobreza, la delincuencia, la violencia familiar, las desapariciones forzadas, los homicidios, los feminicidios, las adicciones, la indigencia, el deterioro ambiental, un sistema de salud y servicios de educación básica de baja calidad, entre otros muchos.

Los políticos-funcionarios del pasado, y también las y los del presente, siempre han argumentado y argumentan que en su administración esos problemas se han reducido, que estamos mejor que en otros países o en otros momentos, los minimizan o, francamente, los niegan.

Ya Sigmund Freud describía a la negación como un mecanismo inconsciente de defensa para no enfrentar una situación dolorosa y/o conflictiva. Es más fácil negar o minimizar un problema que reconocerlo, pero el hecho de no reconocerlo no compromete a buscar un mejor trabajo para reducirlo en la realidad. Ellos y ellas están comprometidas no con la ciudadanía, sino con los intereses electorales.

No es correcto que nuestro presidente diga que en México casi no se consumen drogas cuando en la realidad cada día hay más niñas y niños, adolescentes, jóvenes y adultos que consumen sustancias y más peligrosas; no es correcto que el gobernador de Jalisco declare que “de todas las personas desaparecidas, sólo el 10 por ciento, una de cada 10, desapareció porque se haya cometido un delito, tenemos muchísimos casos de personas que desaparecen por voluntad propia”. Y así encontramos a muchos funcionarios federales, gobernadores y gobernadoras, y legisladores negando o minimizando los problemas.

Parece que, teniendo la responsabilidad de atender eficazmente los problemas sociales, reconocer que ahí siguen y/o que se han incrementado es un duro golpe a su propia valoración y a sus intereses políticos.

Pero también muchos ciudadanos, ante lo amenazante de los problemas y en un estado de desinformación y/o ingenuidad, prefieren negar, minimizar, justificar o hasta ridiculizar los problemas, lo que los lleva a desinteresarse en su participación para resolverlos.

Los problemas sociales los sufrimos todos, los debemos enfrentar todos, todos debemos participar para resolverlos o reducirlos. No debemos dejar que sólo los funcionarios y legisladores atiendan los problemas; debemos informarnos, debemos participar, debemos exigir eficiencia y eficacia en el trabajo de quienes tienen la responsabilidad principal de enfrentarlos.

Incluso debemos desde hoy promover en nuestras niñas y niños el interés en informarse y participar para construir un mejor mañana.

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jl/I