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La iglesia y la construcción de ciudadanía

La Conferencia del Episcopado Mexicano impartirá “talleres de construcción de ciudadanía” en las 93 diócesis del país con el fin de fortalecer las capacidades ciudadanas para que defiendan sus derechos, que los ejerzan y rechacen “todo acto de ilegalidad, corrupción, impunidad, violencia e injusticia”.

Bajo el argumento de que las tareas de promover la participación y la construcción de ciudadanía, como las que plantea desarrollar el episcopado, las realizan actualmente organizaciones civiles, la pregunta que se hacen varios analistas y actores políticos es la siguiente: ¿es necesario que el clero emprenda ese tipo de acciones en tiempos electorales?

Las objeciones que los analistas exponen son dos particularmente: se puede inducir el voto, pues argumentan la existencia de una línea muy delgada, y suponen que los fieles católicos no usan su inteligencia o que la cancelan.

La segunda preocupación de los analistas es el irremediable poder que tienen los sacerdotes para influir en la feligresía. Señalan que debe existir prudencia y deben orientar solamente para cumplir con los deberes cívicos –como votar en elecciones presidenciales– y no para privilegiar a grupos políticos.

El artículo 130 constitucional establece que por ningún motivo un ministro de culto debe hacer proselitismo. La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación considera como proselitismo:

Todo acto llevado a cabo por un partido político, coalición, candidatos o simpatizantes para ganar adeptos con el fin de obtener el triunfo en una elección a través de hacerse propaganda política o electoral. Así, el proselitismo constituye un medio para hacer llegar al electorado y a la ciudadanía el mensaje de un candidato en la forma más persuasiva a fin de obtener su voto, lo que se traduce en convencer a los electores utilizando los medios que estén a su alcance para que voten en determinado sentido.

En el presente muchos católicos tienen una percepción sobre la política como algo negativo que inhibe la participación ciudadana. Para mucha gente la política es “naturalmente corrupta”. Se piensa que sólo sirve para favorecer intereses particulares o grupales antes que los de la comunidad y el país.

El papa Francisco, desde la realidad de las sociedades latinoamericanas, señala que la participación en política es necesaria, y proclama que es un derecho irrenunciable, que es un instrumento para lograr el verdadero desarrollo humano, y afirma: “La iglesia no asume una ideología o un sistema político; sus enseñanzas se basan en la centralidad de la persona humana”. Asimismo, insiste en que la política está al servicio del ser humano y no el ser humano al servicio de la política.

También en el entorno de la iglesia existe el fuego amigo. Muchos católicos se rasgan las vestiduras y se oponen a la doctrina social de la iglesia. Esta actitud de varios católicos revela una total y falsa separación entre ética y política, por tanto, señalan que la iglesia y los católicos deben seguir dentro de las sacristías y no participar. Algunos laicos más papistas que el papa señalan a los sacerdotes que orientan desde la doctrina social de la iglesia como “académicos”, desvirtuando la labor social que hacen desde la iglesia.

A los ciudadanos católicos el papa Francisco les cuestiona: “Ninguno de nosotros puede decir: yo no tengo nada que ver con esto, son ellos los que gobiernan... No, no, yo soy responsable de su gobierno y tengo que hacer lo mejor para que ellos gobiernen bien, y tengo que hacer lo mejor por participar en la política como pueda”.

Y puntualiza: “La política –dice la doctrina social de la Iglesia– es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común”.

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JJ/I