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Dialogando con el lobo

En el estado de Guerrero, la paz está en el silencio de los sepulcros, pues se halla en los primeros lugares en delitos a nivel nacional, que lo ponen como un territorio bajo conflicto bélico al nivel de países como Siria.

En ese estado se registran 40 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes; delitos como el secuestro y la extorsión son comunes y más de 95 por ciento no es denunciado, por lo que prevalecen altos índices de corrupción e impunidad.

El trabajo pastoral del obispo Salvador Rangel Mendoza promueve la paz y la construcción de una mejor sociedad. Su reunión con un líder del narcotráfico causó polémica entre los actores políticos, pues le pidió al líder del narco en la zona que no asesinen a candidatos en este proceso electoral, y el capo, en respuesta, le sugirió que éstos no compren el voto y que no prometan lo que no van a cumplir. La reacción y la actitud de la clase política en el poder es la de matar al mensajero.

Monseñor Rangel es un religioso franciscano, por lo tanto siente una necesidad mayor de acercarse a las ovejas que están más marginadas, más alejadas y dialogar con el lobo, para escucharlo y atender a sus reclamos, sus motivos del porqué está haciendo esto.

El acercamiento con la delincuencia organizada ha sido de escucha y acompañamiento, para dialogar con ella y buscar poner una semilla de buena voluntad, para construir la paz con misericordia en la entidad, tan lacerada por la violencia que se vive diariamente.

Ser sacerdote en la sierra de Guerrero, como ser médico, periodista o maestro en esa zona, implica grandes retos y riesgos. Ser sacerdote es una vocación en riesgo permanente en esas condiciones de violencia, pobreza e inseguridad.

Los sacerdotes de la zona de la montañas, de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, expresan que no es fácil ser sacerdote en una zona de conflicto, pues el “evangelio exige entrar en la conciencia del otro, removérsela y hacerle sentir. Da miedo muchas veces hasta predicar”, señalan.

A la pregunta de cuál es su principal desafío en la zona donde el Estado no tiene presencia, responden que es “ver a los jóvenes perdidos en su proyectos de vida”. Los jóvenes están excluidos de oportunidades laborales y los pocos apoyos o proyectos de desarrollo que reciben de la autoridad no tienen una perspectiva regional. Surgen así fuerzas que los manipulan y los utilizan en actividades ilegales.

Es un reto muy grande ofrecer otras oportunidades para que no caigan en la trampa de la delincuencia organizada; son vulnerables y sujetos de manipulación.

Frente a los narcos, el trabajo pastoral, además de formar y administrar los sacramentos, consiste en “poder entrar y hacerles ver a ellos que el estilo de vida que están llevando no producen cambio; producen un retroceso en la vida, un estancamiento; porque ya nadie se atreve ni a salir de la montaña por miedo de los retenes del Ejército y el miedo a las otros grupos del crimen organizado que operan en el estado”.

Consideran que desde comunidades parroquiales se deben apoyar la reconciliación y la paz, tendiendo puentes entre victimarios y víctimas para sanar heridas, previniendo la revictimización. La iglesia en Guerrero es consciente de las de grandes dificultades por superar, pero existe el derecho y el deber de buscar la paz.

Los obispos mexicanos se solidarizan con el obispo de Chilpancingo-Chilapa acordes a la Evangelii Gaudium, y expresan que la fe entra en las personas a través de los pueblos y de su cultura. Para un obispo, encarnarse e inculturarse es hacerse uno con su gente, hasta identificarse con el alma del pueblo al que pastorea, y para ello dialoga con quien tenga que dialogar.

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JJ/I