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Sin compromiso

En esta misma columna hablé de la pandemia que estamos sufriendo entre los jóvenes adultos debido a la adicción a la inmediatez, a obtener todo con facilidad y prisa, sin paciencia, sin esfuerzo, sin constancia, sin estrategia. Solucionamos nuestras necesidades y apegos inmediatamente gracias a las facilidades tecnológicas y sociológicas.

Desde casa pedimos la comida a la hora que deseamos, vemos el programa o película o serie que queremos a cualquier hora durante un tiempo indefinido, compramos lo que deseamos con un clic. Bajo este mismo tenor se dan y se dejan o se olvidan las relaciones humanas.

Hoy tenemos un encuentro, un amigo cercano, un novio, una pareja, un matrimonio, un empleo y mañana, otro con facilidad. Relaciones líquidas que se van y se escurren entre las manos o se evaporan a la más simple dificultad por falta de un compromiso a un proyecto de por vida.

A falta de una sólida convicción en nuestros principios o creencias, en un proyecto de vida; no se dan los cimientos para edificar la confianza y el esfuerzo para librar esos terremotos, tsunamis, tormentas que traerá una relación de pareja o una relación laboral seria.

La razón es que la fragilidad de la persona, la inseguridad hace fugaces y superficiales las relaciones. La falta de consciencia y estrategias para el adecuado manejo de las emociones hacen tomar decisiones arrebatadas fatales que suicidan las relaciones y las empresas con berrinches cual niños sin medir consecuencias.

El miedo al compromiso provoca la cobarde huida ante la necesidad de sacrificar o elegir perdiendo para ganar. La inmediata satisfacción al sexo, a la diversión, a lo fácil, a los propios intereses económicos o sociales, a los caprichos y la soberbia lleva a un hedonismo para obtener el placer de los apegos. Un ejemplo son los llamados y socialmente aceptados follamigos, amigovios, quedantes, situationship y otras que se van inventando para huir del compromiso. Un compromiso está formado de una misión, de una visión de futuro, de objetivos comunes y metas medibles que indudablemente para conseguirlas requiere de un sueño común, de constancia y esfuerzo para pasar por encima de debilidades, problemas, personas y situaciones que interfieren, estorban o mal aconsejan porque siempre hay un cercano que con tal de ganarse la simpatía aconsejará ir por el camino fácil, ese que diluye.

Así como ocurre en la pareja, en la amistad las relaciones líquidas y no sólidas se dan en la empresa. Por ello la importancia de educar en generar compromisos desde niños y jóvenes. Un niño o un joven que crece viviendo entre relaciones líquidas y sin compromisos o sin cumplir sus promesas comunes se acostumbrará a claudicar con facilidad. Haz que tus hijos y tus alumnos aprendan a cumplir sus tareas, sus promesas, sus compromisos y a no renunciar ante las dificultades.

Se puede y se debe educar en tener un sueño, hacerlo un proyecto, tener clara la misión de vida y la visión a largo plazo para, con esfuerzo y constancia, conseguir la meta de la felicidad y no solo la alegría inmediata, líquida y fugaz.

jl/I